Hilary Mantel: “La historia debe ser peligrosa”
La escritora sufre para terminar la trilogía de Cromwell, como si se resistiera a regresar de una época fascinante en la que lleva años sumergida
Hilary Mantel, nacida en el norte de Inglaterra hace 63 años, eligió la escritura porque sus ritmos arbitrarios se adaptaban a los que imponía su mala salud. Se zambulló sin red en el oficio. Un éxito apabullante le sobrevino a los 57 años, con su décimo libro, después de casi cuatro décadas de carrera. En la corte del lobo (2009) fue la primera de sus novelas de Thomas Cromwell, el estratega de Enrique VIII que aporta una nueva luz a la manida época de los Tudor. Aquel libro, convertido después en popular serie de televisión, revitalizó un género denostado. Si hoy abunda la narrativa histórica con personajes reales, es por Hilary Mantel. Tanto En la corte del lobo como su continuación (Una reina en el estrado, 2012) obtuvieron el Premio Booker, uno de los más prestigiosos de la lengua inglesa. Algo insólito. Hoy Mantel sufre para terminar la trilogía, como si se resistiera a regresar de una época fascinante en la que lleva años sumergida. Entretanto, se publica en España Experimento de amor. Una novela, escrita en 1995, sobre tres jóvenes mujeres que luchan por abrirse paso en el mismo mundo hostil en que creció la autora. Un ejemplo de la fina literatura contemporánea que practicó después de no lograr publicar su primera novela —un tomo sobre la Revolución Francesa que nadie comprendió que era posmoderno y que vería la luz años después— y antes de que Cromwell la arrastrara de vuelta a su terreno natural. Su marido, un científico a quien ella siguió por África y Arabia Saudí y que ahora es su asistente, abre la puerta de su coqueto apartamento de las afueras de Londres, donde la escritora atiende sus compromisos profesionales. Lejos del refugio junto al mar, en Devon, donde vive, Hilary Mantel habla, con un hilo de voz pausado, de una pasión que vive con una intensidad y un compromiso fuera de lo común.
PREGUNTA. Carmel, protagonista de Experimento de amor, es de extracción humilde. Igual que usted, Cromwell y muchos otros de sus personajes. ¿Le resultaría difícil escribir sobre alguien nacido con privilegios?
RESPUESTA. Todos los escritores tienen cosas que comprenden instintivamente y las convierten en suyas. Una de las mías es la escalada, la ambición, su precio; la soledad y el riesgo que conlleva. Un personaje como Enrique VIII es fascinante, pero carece del elemento de riesgo que tiene Cromwell.
P. ¿Contar la historia es un ejercicio político?
R. Absolutamente. Es parte de una batalla ideológica entre la derecha y la izquierda. De ahí el miedo a proporcionar a la gente las herramientas críticas para desentrañar la versión recibida. La historia debe ser peligrosa. Debe ser siempre desestabilizadora. Debe abrirse camino, bajo la tierra, para perturbar.
P. El equilibrio entre la precisión y la creatividad al que obliga este tipo de escritura se antoja delicado.
R. Quiero dar al lector la seguridad de que lo que digo que pasó, pudo haber pasado. Alguien como Thomas Cromwell está muy bien documentado. Si quiero que vaya de viaje tengo que encontrar una grieta, dos o tres días en los que no están recogidos sus movimientos. ¿Dónde pudo haber estado? Los espacios en blanco en los diarios o entre cartas son mis oportunidades. Cuanto más sabes, más piensas en las cosas que no sabes. Me mueve la curiosidad, el potencial de los espacios vacíos. El fuego, el agua, las ratas tienen un gran impacto en la historia, sustrayendo los documentos. Tomamos la historia como lo que pasó. Pero es lo que pasó, basado en los trocitos que quedan.
"No suscribo la idea romántica de que la enfermedad es buena para escribir".
P. Escribe sobre la formación de una nación en un momento en que la tendencia es a separarse.
R. Creo que Escocia en un futuro no muy lejano se convertirá en una nación independiente. Y espero que Reino Unido siga en Europa, es alarmante la manera en que el Gobierno actual se equivoca.
P. Thatcher se abrió hueco en su ficción. ¿Habrá sitio para Cameron o Corbyn?
R. No puedes saber quién es interesante hasta muchos años después. Me fascina la reputación, su subida y su caída. Pero necesito alejarme para observar. Si no, sería periodista política. Hay que distinguir la ficción del periodismo. A mí me interesa el juego largo.
P. ¿La realidad supera la ficción?
R. Sí. La ficción tiende a crear formas ordenadas. Pero la verdadera historia es informe y despiadada. Juego de tronos me encanta porque, aunque tiene un componente fantástico, es como la historia real: matan a los héroes.
P. ¿Cómo va la tercera entrega de su trilogía?
R. Necesito al menos un año más.
P. Eso mismo decía hace un año.
R. Es impredecible. Sucede con todas las novelas, pero aquí los retos técnicos son colosales. He escrito muchísimo ya. Tengo escenas con 12 versiones. Estoy tan absorta que casi no sé ni quién soy. Amo tanto el material que no puedo pensar en el momento en que mi curiosidad sea satisfecha.
P. ¿Sumergirse en la historia le aleja de la realidad?
R. Me interesa la actualidad, pero decidí alejarme de las controversias. He vivido lo suficiente para saber que las opiniones instantáneas son perniciosas. No estoy en redes sociales, guardo mis opiniones para mí. Aunque soy una escritora profundamente política.
P. Perdió su fe católica a los 12 años. ¿Por qué?
R. Se fue. Miré la Iglesia católica desde los ojos de una joven y no me gustó lo que vi. Entonces me pregunte a mí misma en qué creía y no parecía haber nada ahí. Una vez se abrió el primer agujero en la estructura, toda empezó a caer.
P. ¿El sentimiento de culpa es un poso que la religión ha dejado en su obra?
R. Antes existía la esperanza de la vida eterna, pero para los católicos de mi generación era difícil creer en el cielo y el infierno. Todo lo que tenías era un sentimiento perpetuo de que te quedabas corta, de que no eras lo suficientemente buena. Puedes escapar de la religión, pero eso permanece.
"La verdadera historia es despiadada. Juego de tronos me encanta porque es como la historia real: matan a los héroes"
P. Recuerda en sus memorias una visión que tuvo a los siete años en el jardín de su casa, una criatura terrorífica.
R. Sigue siendo algo que no puedo explicar. Fue una experiencia de desolación espiritual. Era algo mucho más allá del rango de los sentidos. Nunca he olvidado el sentimiento de malestar y náusea, los temblores. Yo era una niña muy infeliz en esos días, pero no creo que eso sea suficiente explicación. No sé lo que fue. Y mi labor como escritora es agarrarme a la experiencia, más que interpretarla.
P. Ha dicho alguna vez que, si no hubiera sido educada, podría haber sido médium en vez de escritora.
R. ¡Sí!
P. Escribir novela histórica es otra forma de hablar con los muertos…
R. Cierto. Los videntes y los escritores pasamos el día con personas ficticias o muertas. Los dos oficios consisten en abrirte y decir: “Voy a ser el vehículo de tu historia, habla a través de mí”. Un proyecto como el de Cromwell te convierte en sirviente de los muertos. No puedes apartarte totalmente del cuadro, pero puedes encogerte en una esquina del marco para darles a ellos el mayor espacio posible.
P. Ha estado enferma toda su vida adulta, y nadie dio con el diagnóstico hasta que usted, investigando por su cuenta, descubrió que padecía endometriosis. Ha dicho que los prejuicios sobre las mujeres estuvieron a punto de matarla.
R. Mi cuerpo estaba siendo destruido, pero me decían que era psicosomático. Una chica joven relata unos síntomas y lo primero que piensan, no lo último, es que es psicológico. Uno de los médicos me diagnosticó ambición [risas]. No llegaron a la conclusión de que ellos eran ignorantes, sino de que yo estaba loca. Cuando hubo un diagnóstico, ya era tarde. Ahora tengo mejor salud de la que he tenido nunca en mi vida adulta. Es lo que me ha permitido involucrarme en las producciones teatrales y televisivas. Me ha abierto muchas oportunidades. Mejor tarde que nunca.
P. ¿La enfermedad le ha ayudado a ser mejor escritora?
R. No lo creo. Comprendí que debía tener un oficio que estuviera bajo mi control, y pensé que la escritura encajaría. Pero he perdido mucho tiempo por la enfermedad, podría haber tenido una vida mucho más placentera y variada. Está bien una vida solitaria si la eliges, pero si te viene impuesta puede ser desolador. No suscribo la idea romántica de que la enfermedad es buena para el escritor. Solo he tratado de sacar algo de las ruinas.
Experimento de amor. Hilary Mantel. Traducción de Albert Vitó i Godina. Destino. Barcelona, 2016. 320 páginas. 18 euros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.