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DANZA / OPINIÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bailando con tirios y troyanos

La dura verdad es que esto no interesa demasiado a nadie. No hay más que ver la deficiente programación de los pocos grandes teatros que la contemplan

Es comprensible que con los acuciantes problemas que vive la sociedad española, antes y después de las elecciones generales, la cultura, sus asuntos y la palabra misma fueran discretamente apartados. En este contexto la danza no existió, una vez más. El latiguillo de que la danza es desde siempre la hermana pobre de las artes cobra vigencia. Tenemos un sistema de subvenciones obsoleto, arbitrario, de migajas y dedos caprichosos que señalan a los afortunados, una trampa saducea donde se pierde tiempo, energías y la moneda misma, que más que ser de inaceptable cambio, era para el pan. Eso es hambre para mañana. Otra discusión es si los recursos pueden ser administrados de manera más productiva en la estabilización de la especialidad.

Cualquier intento debe contemplar la equidad entre el ballet académico, la danza española y la expresión contemporánea. La dura verdad es que esto no interesa demasiado a nadie. No hay más que ver la deficiente programación de los pocos grandes teatros que la contemplan pagando el peaje del relleno. Las compañías titulares del Estado (Ballet Nacional de España y Compañía Nacional de Danza) no solo carecen de un teatro sino que tampoco tienen sede propia: viven de prestado en una nave del Matadero Madrid, propiedad municipal. A veces consiguen una orquesta prestada y se inventa sobre la marcha.

Los baremos de calidad caen en picado. Más que una cuestión de redactar leyes y normas, lo es de pensar de manera realista en las necesidades de creadores e intérpretes, así como en qué se les exige de cara al público. La burocracia es la enemiga jurada de la danza. No es problema nuevo. Es un drama tanto ético como estético. La danza y el ballet se siguen arrastrando subsidiariamente a la música como una prima bastarda, pobre y desclasada. Cuando todos, tirios y troyanos, hablan de renovación, a alguien debía ocurrírsele deslizar la palabra danza en sus planes.

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