Good bye, 'Downton Abbey'
Lady Violet: Con un poco de suerte serán lo bastante felices. Que es la versión inglesa de un final feliz.Rosamund: ¿Qué crees que nos hace a los ingleses como somos?Lady Violet: No lo sé. Hay diferentes opiniones. Algunos dicen que nuestra historia, pero yo culpo al clima.
Los Crawley y sus sirvientes se han despedido para siempre de la pequeña pantalla. El día de Navidad se emitió en Reino Unido el capítulo final de una serie que en la televisión británica ha marcado época (en España, en contra de lo que ocurrió el año pasado, cuando el especial de Navidad se pudo ver en Nova a la vez que en Reino Unido, la última temporada de la serie sigue sin fecha de estreno). Cinco años y seis temporadas después, llegó el adiós de una serie que ya mostraba signos de agotamiento pero que seguía siendo efectiva, entreteniendo a millones de espectadores tanto en su país de origen como fuera de él. De hecho, en Estados Unidos siguen embelesados con el drama de época británico, que ha seguido pescando nominaciones en los premios hasta este mismo año.
El final de Downton Abbey era inevitable e incluso necesario, pero aun así se echará de menos las frases lapidarias de lady Violet, la maldad de Mary (ese momento con lady Edith llamando "bitch" a su hermana no tiene precio, y es más que merecido), la exagerada mala suerte de Edith (todos somos un poco lady Edith) o esos giros de guion en los que la desgracia se cebaba tanto con los de arriba como los de abajo sin previo aviso. O esa filosofía de los más veteranos de la casa de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
De drama de época cuidado y con referencias a los acontecimientos históricos que tenían lugar (la serie arrancaba haciendo referencia al hundimiento del Titanic; algunos personajes participaron en la I Guerra Mundial; la casa se llegó a transformar en hospital para heridos en la contienda), se transformó cada vez más en un culebrón. Pero ojo, no en cualquier culebrón, sino uno con una gran factura y con derroche de lujo y elegancia. No por ello perdió encanto. Downton Abbey es una serie superficial, donde el mayor problema de ellas es vestirse para la cena y encontrar un marido apropiado. Pero es una superficialidad muy disfrutable. A ratos, eso sí, porque en ocasiones la serie se perdió en tramas aburridas y/o absurdas. Downton Abbey es así. Si la quieres, lo haces con todas las consecuencias. Si no, ya has tenido tiempo de abandonar antes de llegar a este punto.
(A partir de aquí, spoilers del final de la serie)
Como no podía ser de otra forma, Downton Abbey ha terminado repartiendo felicidad para todo el mundo. Todos los personajes que han llegado hasta este momento han terminado felices, y la gran mayoría, emparejados. La serie que en 2012 hizo que en las islas británicas se les atragantara la comida de Navidad con la repentina y sorprendente muerte del primo Matthew, no ha querido dar la nota en su final y se ha mantenido dentro del guion esperado. Para el final, Julian Fellowes, creador y guionista de la serie, tenía reservada una boda, un nacimiento y ninguna muerte. Perfecto. Incluso lady Edith consigue romper su propia maldición y logra la ansiada felicidad. Todo queda atado y bien atado, y no parece necesaria la película que se comentó que podría haber para finalizar la serie. Mejor dejar las cosas como están y no estirar más (aún) la historia.
Downton Abbey no es perfecta. Sus seguidores lo sabemos. Vivió momentos mejores. Hizo que personajes que en el pasado fueron entrañables (Bates, Anna) u odiosos por su maldad (Barrow) terminaran resultando cansinos. Pero a Downton Abbey tampoco le pedíamos que fuera perfecta. Solo con entrar en esa casa, seguir sus insustanciales andanzas y esperar a la siguiente frase ingeniosa nos valía. Downton se convirtió en un happy place, una de esas series en las que te refugias para pasar un rato agradable una tarde de fin de semana y que hace que te sientas bien mientras la ves. Sin más preocpuaciones ni más quebraderos de cabeza. Como la vida en esa gran mansión.
Con ellos hemos reído y llorado, hemos sufrido, nos hemos entretenido y, a veces, nos hemos aburrido. Y con todo, se les va a echar de menos. Good bye, darling.
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