_
_
_
_
Tentaciones
lo que hay que ver

Diez razones por las que no echaremos de menos Downton Abbey

Se emite el último episodio de una magnífica serie que tenía que haberse despedido antes

La sexta temporada de Downton Abbey ha sido un fraude. Para qué andarnos con rodeos. Algo que los fans no nos queríamos pasar a creer, pero que se venía barruntando desde hacía tiempo. ¿No era un drama histórico? Vale que la serie británica es un folletín en toda regla, pero siempre ha pretendido mostrar el mundo tal y como era. Una serie que comienza mencionando el hundimiento del Titanic o que ha hablado de la guerra y de los derechos de las mujeres, no ha sabido compensar el drama con el dato histórico y ha acabado centrándose más en el personaje que en lo que ocurría a su alrededor. Fue fácil enamorarse de los Crawley, esa familia de ricos con más defectos que todos nosotros juntos, y de sus privilegiados sirvientes, siempre atentos, confidentes, esperando a que sonara la campanilla para participar del culebrón. El problema es que todos estos adorables personajes han acabado resultando irritantes por culpa de unas tramas absurdas. Éstas son las razones por las que NO echaremos de menos Downton Abbey (ojo que contiene spoilers de lo emitido hasta este último capítulo).

La hija de Edith

Toda la trama en torno a la pequeña Marigold ha resultado rocambolesca, un secreto de familia que sabían unos (Mary no, pero sí los sirvientes) y que sirve finalmente para enfrentar a las hermanas y también para que Edith, a la que parece que ha mirado un tuerto, sea “rechazada” por su último pretendiente. Guionistas, el “secuestro” de Marigold más que crear suspense nos llevó a la carcajada.

La violación de Anna

A Joanne Froggatt le han llovido los premios y los aplausos por sufrir en esta serie lo que no está escrito. ¿Por qué la buena de Anna, que no se metía con nadie, sufría una agresión sexual que ni en Juego de tronos? Lo que parecía ser la mecha para hablar a nivel social de una situación polémica se queda como parte de la trama de pareja de Anna con Bates. Guionistas, os habéis cebado con algunos personajes, pero Anna se lleva la palma.

Anna, alias la dramas
Anna, alias la dramas

Bates, el vago

¿Alguien sabe qué hacía exactamente Bates en la última temporada? La trama se centró en su lado oscuro (el caso de asesinato) y en cómo no se enteraba de nada con relación al embarazo de Anna. Él miraba, asentía, sonreía y abrazaba. Esto propició que odiásemos un poquito más a este papá oso, cada vez más sombrío (y ridículo). Guionistas, ¿qué ha aportado este personaje en los últimos episodios? Nada.

Los amoríos de Mary

Ni que fuera Paris Hilton. Los pretendientes amorosos de la caprichosa Mary nos han confundido tanto que ya nos daba igual lo que pasara con la hija mayor de los Crawley. ¿Por qué no centrar todo el intríngulis en Henry Talbot y profundizar en el miedo de Mary por perderle? Guionistas, la tensión escénica del accidente de coche nos recordó a la ya mítica escena de la muerte de Matthew. Y, no, no era necesario.

Marie en la cama, su habitat natural
Marie en la cama, su habitat natural

Tom, sujetavelas

Por sorpresa regresa a casa por Navidad el ex chófer reformista y padre soltero con hija bajo el brazo. ¿Cuál sería la novedosa trama de Tom, el que fuera amante esposo de Sybil, hija menor de los Crawley? Pues nada menos que acompañar en su periplo amoroso a Mary. Qué lástima desaprovechar a Tom de esta manera, y que apareciera sólo fugazmente Sarah O’Brien, aquella criada que también ascendía como él al casarse.

Daisy, la bocazas

Aplausos para la ayudante de cocina que quiere superarse a sí misma. Hasta aquí todo bien, pero, ¿cómo es posible que esta mosquita muerta, tan naíf en todo, tan introvertida, se enfrente a Lady Cora? Guionistas, es cierto que la señora Patmore estaba liada con el alquiler de su casa, pero toda esta trama no se la cree nadie. Ni la propia Daisy.

¿Malvado yo?
¿Malvado yo?

Thomas, qué te han hecho

El punto más doloroso. Uno de los mejores villanos televisivos degradado y humillado sin compasión. Cuando la señora O’Brien despareció tras la tercera temporada, pensamos que Thomas la iba a liar parda. Todo lo contrario. Ya no ha sido un grano en el culo, sino una sombra de lo que fue. Guionistas, os cargasteis al personaje más maquiavélico y manipulador. No hay derecho.

Carson, inaguantable

Parece ser que en Downton Abbey las buenas personas lo llevan claro. Cuando la señora Hughes se nos casó con Carson a todos nos pareció de lo más entrañable: ella se merecía ser feliz. Sin embargo, Carson ha resultado ser lo más mezquino de la temporada. Guionistas, no es normal que Carson trate peor a su reciente esposa, y compañera fiel durante largos años, que al resto de sirvientes.

Robert, un cero a la izquierda

El patriarca, siempre rodeado de mujeres, ha acabado siendo un moñas. Que si una esposa que maneja los hilos desde el silencio, que si tres hijas que hacen lo que les sale del higo, que si una madre que ríete tú de la de Tony Soprano… Este señor es ninguneado en su propia casa, casi incluyendo a los propios criados que se le rebelan incluso. Guionistas, gracias por regalarnos la peor escena de la serie, ésa en la que Robert parece la niña de El exorcista y vomita litros de sangre durante la cena. Bravo.

El enfrentamiento Violet – Isobel

La condesa de Grantham ha sido de lo mejor lo superior. Sin embargo, su mala baba ha resultado trivial en ese combate dialéctico con Isobel, otro de los grandes personajes de la serie. Que si se odian, que si se quieren. Guionistas, Isobel no ha estado a la altura de la némesis yanqui interpretada por Shirley MacLaine. Y mandar al exilio a Maggie Smith tampoco nos hizo ni puta la gracia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_