Tan humanos

No he visto esa campechana y relajada entrevista que le hizo un tal Bertín a un tal Mariano y de la que habla todo cristo. Y estaba en mi casa cuando la emitieron, pero comprenderán que tengo cosas más importantes que hacer, o simplemente no hacer nada, mirar empastillado el techo y la pared, algo muy terapéutico en las depresiones crónicas. Me ofrecen que la recupere mediante un invento de Internet llamado link, que no me puedo perder algo tan trascendente como el despliegue de humanidad que establecieron ese cantante sin filtros mentales en su atrevida boca y el padre de la patria que repite hasta la náusea que nos ha salvado a todos del naufragio y a pesar de ello no le crece la nariz. Pero me pregunto: ¿y a mí que coño me importa lo que digan, hagan, discutan o piensen ambos personajes? O sea, que pasando de link.

Leo que, entre la gente que piensa votar, un 42 % no tiene claro en quién depositar su confianza. Dando por seguro que la clientela pepera no tiene ningún dilema hamletiano sobre sus señas de identidad, sus raíces, la fortaleza moral y económica de su gran familia, y que temas como la excesiva corrupción de tantos pilares de su partido en el fondo se la suda, o sienten subterránea envidia de los correligionarios que hicieron bisness con el dinero público o ajeno, que toda esta gente de orden no alterará sus firmes principios, deduces con estupor que las únicas dudas sobre a quién apoyarán en las urnas pertenecen a gente cuyo corazón siempre ha estado a la izquierda, o a la derecha, pero se han sentido estafados por los que les representaban, o en esa cosa tan rara aunque civilizada llamada centro, pero el de verdad.

Tengo facultades adivinatorias sobre el periódico que va a llevarse cada persona que acude al quiosco. O nada más entrar en los taxis, la emisora de radio que escucha el conductor. Y supongo que ganarán los malos, los de siempre. Pero ¿dónde están los buenos?