Yo no soy aquel
A lo largo de la lectura de 'Yo soy El Otro' viene a la memoria 'Searching for Sugar Man', una ficción novelada
A lo largo de la lectura de Yo soy El Otro viene a la memoria Searching for Sugar Man. La historia real que ficciona Berta Vias (Madrid, 1961) y que ganó el último Premio Torrente Ballester de Narrativa y el documental sobre el cantante Rodríguez, además de incidir en la mirada en perpetuo reciclaje del éxito y del fracaso, del anonimato, de la pérdida o conservación de lo diferente, también señala un entorno —social, político, geográfico— que las hace únicas. Argumentos que el devenir histórico y las tecnologías acaso hagan ya imposibles. En Yo soy El Otro es la España de los sesenta, algo de cápsula del tiempo, apartheid clasista y cateto. En ese escenario se despliega la peripecia vital de José Sáez, El Otro, novillero con arte para ser mataor, pero al que su extraordinario parecido con Manuel Benítez, El Cordobés, le hace que goce de fama y oportunidades imitando gestos, andares, risas y saltos de la rana por esa España delirante y rota en vencedores y vencidos. Estructurada en narraciones cerradas en sí mismas, más capítulos televisivos que librescos, nos permite seguir la historia de ese chaval de extracción rural y pobre, nacido en Jaén y no Córdoba, huyendo de idéntica miseria que Benítez para ser torero. Un apoderado ve el negocio y aprovecha esa broma de la genética para reventar la banca al uso y costumbres de los mánagers de toda la vida.
Uno se adentra en la lectura sin saber si nos encontramos con un argumento con pies asentados en la realidad y un protagonista llegado del espacio o la realización de un mural de ficciones alrededor de un hombre que aún vive, sus recuerdos, sueños, caída y redención. De modo cronológico, entremeses elegidos de la disposición de personajes y situaciones necesarias para explicar la historia y ese algo más que es lo que da contenido literario al trabajo. La prosa es elaborada, pero nunca de modo innecesario; la narración, equilibrada y sentida, y los personajes, más allá de algún desliz berlangiano, son siempre verosímiles así tanto cuando dialogan como cuando actúan. Berta Vias Mahou da más buenas noticias a pesar de que, en ocasiones, la narración adolece de falta de mordiente, de un cierto no querer enseñar algo de lo truculento y salvaje de aquella sociedad. Acierta en el diseño de personajes masculinos y femeninos con diferente arcilla. Y reflexiona con inteligencia sobre la campana de cristal en que encerramos al objeto de nuestro deseo y admiración, un Rey Midas que no puede tocar nada —mujeres, dinero, notoriedad— sin que se le corroa el alma, la ingenuidad, el lugar primero. La tentación de verse en los ojos de los demás y verse omnipotente, casi inmortal. Vias Mahou nos muestra como a animalillos zarandeados por fuerzas poderosas, dispuestos a pagar fáusticamente cualquier precio por ser El Otro. Y luego tratar de volver a engañar al diablo para que nos devuelva el nombre y los apellidos de nuestros padres, la hermosa mediocridad de lo que somos.
Yo soy El Otro. Berta Vias Mahou. Acantilado. Barcelona, 2015. 240 páginas. 18 euros.
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