Juan Carlos, a solas
El documental que Miguel Curtois ha firmado sobre don Juan Carlos, ese mismo que José Antonio Sánchez ha escatimado a los españoles no es un hito televisivo, pero se ve dignamente
Conseguimos de extranjis el documental que Miguel Curtois ha firmado sobre don Juan Carlos para la televisión francesa. Ese mismo que José Antonio Sánchez, el miniGoebbels que ha colocado Rajoy en RTVE, ha escatimado a los españoles arguyendo que estaba superado ya por los tiempos.
Tampoco es que se trate de un hito televisivo, pero se ve dignamente y nos muestra a un hombre que hace balanza cabal de una vida y un reinado. Lo afronta solo, en su despacho, sin iPads y cargado de estilográficas. Curtois le muestra la película en color de su legado y él lo va comentando.
Por la pantalla pasa la llegada a España de aquel niño rubio, con sonrisa perpetua, medio inconsciente de un destino propio que se rifaron tanto Franco como su padre. De ambos escaparía. Su boda, una toma de conciencia ante la modernidad y la apertura que necesitaría el país al morir el dictador. Sus confidencias y pactos con el lado oscuro por lo que él consideraría una buena causa. La arquitectura de Torcuato Fernández Miranda, la audacia cómplice de Suárez, la antaño fresca algarabía que producía Felipe…
Los traumas de familia le arrancan esas perceptibles lágrimas interiores: la muerte de su hermano por un disparo fortuito, la nunca asimilada jugada de cargarse la línea sucesoria, los recientes escándalos de familia. Puntillas sobre ciertos aspectos de su vida privada, un cierto desequilibrio en los testimonios, con preponderancia de figuras socialistas y sin ninguna voz del partido en el Gobierno, pero tampoco de las organizaciones emergentes.
Fallos de colegial por parte del director que no restan un ápice al valor testimonial de la voz principal: la de un personaje que ha marcado nuestras vidas en la reciente historia contemporánea. ¿Con qué derecho nos lo tienen que ningunear de manera caciquil los responsables de la televisión pública?
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