'The Knick', sangre y coca
Para ver The Knick hay que tener el estómago preparado. Ir mentalizado. No es una serie para débiles. En una historia ambientada en un hospital a principios del siglo XX cabe esperar sangre, tripas, líquidos inquietantes supurando de heridas con aspecto turbio. Más que un hospital, parece una carnicería. The Knick no tiene reparos en mostrarlo todo. Pero, dejando a un lado —si tal cosa es posible— el impacto visual de esas imágenes que casi salpican la pantalla, la serie de Steven Soderbergh es mucho más.
El hospital neoyorquino de allá por el año 1901 (cuando arranca la acción de la segunda temporada, recientemente estrenada en Canal + Series) en el que se centra la trama es, sobre todo y ante todo, una excusa para ahondar en la sociedad del momento. Es una época de cambio, como ese coche que compran en el hospital para poder trasladar a los enfermos, y una época de lucha, como la que protagoniza el doctor Algernon Edwards (muy bien interpretado por André Holland), un negro en un sociedad altamente racista y clasista.
La atmósfera dura y oscura de The Knick se acentúa con la música de Cliff Martínez, llena de sonidos que resultan chocantes, raros, anacrónicos, inesperados en una serie de época. El efecto de su banda sonora se suma al estilo visual de Soderbergh. El director firmó todos los capítulos de la primera temporada y repite en la nueva entrega, dando al conjunto una unidad difícil de encontrar en la ficción televisiva.
Tras un gran arranque, The Knick ha mantenido el nivel en su regreso. Como si nunca se hubiera ido, nos hemos reencontrado con ese genio drogadicto que es el doctor John Thackery (un gran Clive Owen; es difícil imaginar ahora a otro actor mejor para protagonizar The Knick) tratando ahora de superar —o eso dice— su adicción a la droga. Mientras, a su alrededor, y con él en el centro, el mundo de la medicina sigue avanzando para llegar al lugar donde está hoy.
The Knick es original, diferente, tiene un estilo marcado y diferente. Y es casi tan adictiva como la cocaína a la que está enganchado Thackery. La segunda temporada ha vuelto manteniendo el nivel, lo cual ya es mucho decir, y abriendo opciones a nuevas tramas a partir de las nuevas situaciones en las que se encuentran los personajes. Que siga corriendo la sangre.
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