Clive Owen contra los molinos
“Su Dios siempre gana. Tiene la mayor racha de imbatibilidad de la historia”. Así arranca el discurso del cirujano John Thackery, interpretado por Clive Owen, en el funeral de su mentor. La frase, que podría oírse en un sepelio de cualquier época, toma especial relevancia en aquella tarde de 1900, cuando la medicina perseguía el salto a la modernidad. Por cada hallazgo que hoy celebramos quedaron muchas vidas en el camino, almas que sobrevivieron en los pensamientos de los cirujanos que usaban a los pacientes no solo como un fin, sino también como un medio. “Ambos hemos dedicado nuestra vida a arremeter contra los mismos molinos”, continua Thackery, “pero yo no he perdido la esperanza porque esos molinos fueron creados por el hombre”. Mientras las ambulancias se abren camino con una sirena que suena al ritmo de una simple manivela, en los quirófanos combaten la innovación y la locura.
The Knick, la recreación del Knickerbocker Hospital de Nueva York, es una serie de HBO Cinemax dirigida por Steven Soderbergh, oscarizado por Traffic (2000). Un profundo Clive Owen encarna al cirujano, un personaje que de alguna forma recrea a William Stewart Halsted, que descubrió varios anestésicos y operaciones como la mastectomía para tratar el cáncer de mama. “Vivimos en una época de infinitas posibilidades”, sugiere el personaje de Thackery. “No podíamos conquistar las montañas y ahora nuestros ferrocarriles las atraviesan. Hemos aprendido más del cuerpo humano en los últimos cinco años que en los 500 anteriores”. En sus dos primeros capítulos, emitidos en Canal + Series, este Owen bigotudo hace méritos dando vida a un cirujano autoritario al que su tremenda ambición le da tanto prestigio en la profesión como penurias fuera de ella.
La serie comienza con una operación a una mujer embarazada para salvar al feto. No es la primera vez que Thackery y su mentor ponen en práctica una maniobra para la que apenas tienen 100 segundos. Si la mujer sobrevive, será la primera. En este quirófano abierto al público no hay pantallas que midan el pulso. La sangre de la madre, retirada con una bomba manual, se acumula en botes de cristal. Son operaciones en primer plano, con toda su crudeza. Si no quiere ver el trazo firme de un bisturí y todo tipo de tejidos internos, huya de The Knick.
Thackery, adicto a la cocaína, traza las consecuencias que tiene para un cirujano haber sido responsable de la muerte de tantos pacientes. Para mantener la cordura, levanta un muro infranqueable entre el facultativo y la persona. El innovador racional frente al hedonista autodestructivo. Esa vida de extremos le permite lidiar con los fantasmas que tumbaron la lucha de su mentor. Thackery es el tatarabuelo lejano de House.
La Nueva York de principios del siglo XX, con su piel cosmopolita, seguía anclada en la segregación. Thackery se niega a trabajar con un brillante cirujano negro, tratado como un igual en Londres o París. Algernon Edwards (interpretado por André Holland), recrea a Daniel Hale Williams, fundador del Provident, el primer hospital no segregado de Estados Unidos. Pese a su impecable currículo, tendrá que lidiar con el desprecio de compañeros y pacientes. “No voy a estar donde no me quieren”, dice indignado. “Entonces creo que no estará mucho tiempo en ningún lugar”, le responde Thackery. También es una sociedad corrupta con inspectores de Sanidad que quieren llenarse los bolsillos y matones que compiten por llevar a los pacientes al hospital que más les pague.
HBO Cinemax garantizó en julio que la serie contará con una segunda temporada. En la narración destacan los destalles, unos escenarios que rezuman autenticidad y una fotografía brillante. Owen es un líder, un personaje lleno de pasión, peligro y secretismo que experimenta su propia forma de ser sin temer las consecuencias. Su egocentrismo es tan intenso como su debilidad. “Aunque sea una locura, hay un método”, responde Thackery para justificar una peligrosa intervención en la que se dispone a inyectar cocaína en una zona muy delicada. “Se ha inyectado una vez en un perro labrador”, replica para tranquilizar al paciente. “¿Qué fue de él?”, pregunta. Antes de lanzar su vida a la ruleta,el cirujanoresponde: “No hay día en que no eche de menos a ese perro”.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.