Gafas para el Papa
La de cámara de televisión es una profesión en decadencia, los smartphones de quienes se topan en la calle con una noticia la cubren ahora
La de cámara de televisión es una profesión en decadencia. Culpa, entre otros, del papa Francisco. El otro día, se dio un paseo por Roma y entró en una óptica a comprarse unas gafas. Finalmente, solo cambió los cristales, pero conservó la montura. “No me quiero gastar mucho”, advirtió.
Un acto de semejante audacia por natural y desafiante a la pompa y solemnidad que sus antecesores dieron al cargo hubiese merecido la convocatoria de una nube de cámaras de televisión. Pero hoy no hace falta. Los smartphones de quienes se toparon en la calle con la escena lo cubrieron de sobra y de eso se nutrieron los telediarios de todo el mundo. En un segundo saltó a la red, lo mismo que la foto de esos empleados del Vaticano comiendo con él, bandeja en mano y esperando cola, en la cantina. Entre aquel grupo de curritos, Bergoglio parecía un espontáneo disfrazado de Papa.
Eso es comunicación. Moderna. Efectiva. Palabra de Dios adaptada a los tiempos. Por no hablar de las películas que anuncian sobre el personaje, caso de la argentina El padre Jorge. Y sin olvidar el brillante precedente profético de Nanni Moreti con Habemus Papam, la historia de ese ficticio pontífice que entra en estado de shock y se escapa por Roma.
No deja de asombrar este marciano de la pampa, venido del fin del mundo, como dice él, a salvar el cuello de una institución en peligroso estado de putrefacción. 2.000 años de tiras y aflojas la contemplan. Mientras, con solo cambiar los cristales de sus gafas, Bergoglio ha visto más allá que todos los líderes de la Unión Europea y ha aportado soluciones prácticas al drama de los refugiados: una familia en cada parroquia. Ya el gesto multiplica lo que algunos dirigentes están dispuestos a admitir racaneando con la desgracia.
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