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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Esa foto

Es injusto que el cadáver de un inocente absoluto nos afecte mucho más que el asesinato de personas que en la lejanía nos resultan lamentables pero también abstractos

Carlos Boyero

Es sorprendente que ese señor cuya mujer y sus niños acaban de ahogarse, y no por la voluntad de Dios o de Alá sino de los putos hombres, capaces de obligar a familias desesperadas, que lo han perdido todo o lo poco que tenían, a exponerse a perder la vida, con infinitas posibilidades de que eso ocurra, sea capaz de expresarse con palabras, que no haya quedado completamente paralizado por su inimaginable dolor. Sería lógico que aullara blasfemias, o su único deseo se concentrara en matar a los que provocaron su ruina, pero este hombre roto ha reunido el temple y la generosidad para pedirle al universo presuntamente civilizado algo tan racional como generoso, también inaplazable: “Queremos que el mundo nos preste atención para que puedan evitar que esto le ocurra a otros. Que los míos sean los últimos”.

Y por supuesto que no lo serán, pero su ruego estremece. Como la fotografía de un crío muerto. Y es injusto que el cadáver de un inocente absoluto nos afecte mucho más que las noticias que testifican el asesinato de cientos, o miles, o millones de personas que en la lejanía nos resultan lamentables pero también abstractos. En cinco meses se cargaron con machetes a un millón de tutsis en Ruanda. Y Pol Pot envió a criar malvas a un cuarto de la población de Camboya. Y así... Y ocurre todos los días en Asia y en África. Pero nos sentimos tan seguros que solo son cifras mortuorias en lugares remotos.

Sin embargo, no soportamos la imagen de un niño brutalmente asfixiado, una cría vietnamita con la piel abrasada por el napalm, los bebés de los que buscan refugio en Europa intentando atravesar vallas espinosas o trepar a esos trenes hacinados. La barbarie cebándose con la infancia sirve para que Europa abra un poquito más sus rácanas puertas ofreciendo asilo. La fotografía atroz de un niño muerto es más práctica que el conocimiento de que millones de personas habitan en las tinieblas.

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