Chema Madoz: “La extrañeza de Cortázar me marcó”
Premio Nacional de fotografía en 2000, su trabajo tiene siempre un pie en la poesía visual
—¿Algún libro de especial importancia en su vida?
—Recuerdo el impacto que me causaron los dos libros de relatos de Julio Cortázar que editó Alianza. Hasta entonces no había dado con textos que tuvieran esa mirada de extrañeza sobre la realidad. Aquello me marcó.
—¿… Y un libro de fotografía?
—Uno de los libros que me abrió la mirada fue The Somnambulist, de Ralph Gibson. Me ayudó a entender que basta el punto de vista para trastocar lo que entendemos por realidad.
—Los libros, las palabras forman parte desde hace años de su trabajo. ¿Qué le interesa de estos elementos?
—Trabajo con la palabra bajo la misma perspectiva que con los objetos. Tanto los unos como la otra llevan asociados los conceptos.
—En su última antológica en Madrid, la escritura misma cobra una especial importancia.
—Siempre había tenido cierta reticencia a trabajar directamente con los textos porque era consciente de que la poesía visual ya lo ha venido haciendo de manera exhaustiva. No lo empecé a hacer hasta que surgieron imágenes que me dejaron la sensación de que estaban abriendo una línea diferente de lectura.
—A menudo se relacionan sus obras con la poesía, y especialmente con la poesía visual, pero ¿podrían ser también aforismos, microrrelatos…?
—La relación con la poesía puede venir por la intensidad de la imagen y porque me une a ella ese intento de comunicar con los mínimos elementos. Con los aforismos comparten esa sensación de desconcierto y verdad que deja una sentencia breve, pero que a su vez tiene relación con la paradoja, que no deja de ser otra forma de poesía.
—¿Somete a una metamorfosis figurativa todo aquello que conforma la escritura?
—Son imágenes que reflexionan sobre el hecho mismo de escribir o sobre la configuración gráfica del texto y su interpretación. Si, por ejemplo, en alguna de las fotografías el interlineado paralelo del texto se entremezcla dibujando la estructura de una alambrada, se está hablando de cómo un elemento como la escritura, que está hecho para la comunicación, se puede convertir en una barrera que impide el acceso al contenido.
—Uno de sus libros se cierra con la imagen de una hoja de papel en blanco y sobre ella un lápiz. ¿Es una invitación, un diagnóstico, una declaración de intenciones…?
—Una mezcla. Un libro que hace años edité junto a Joan Brossa se cerraba con una frase que podría servir: “Si entierras una palabra, crecerá una imagen”.
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