_
_
_
_

Cadáveres

Qué manía ancestral poseen todas las religiones con su seguridad de que los fornicadores merecen el infierno

Carlos Boyero

Aunque ya nada se espere personalmente exultante, como certificaba un poeta, intento enterarme de las casi siempre horrorosas noticias del mundo a través del Telediario de la tarde en Telecinco. A los 30 minutos me han contado que en Francia un fulano con antecedentes yihadistas le arrancó la cabeza a su jefe y embistió con su coche, provocando a su pesar daños mínimos, contra una empresa de gas. También me cuentan la masacre en Túnez de turistas como usted o como yo (no incluyo lógicamente a los que tienen que hacer virguerías para que sus criaturas sigan comiendo a fin de mes) que habían decidido que la combinación de playas fantásticas, ruinas míticas y desierto era algo óptimo para sus vacaciones. Ofrecen el testimonio de uno de los asesinos y te acojona: “Vamos a ir al burdel a matar infieles”. Qué manía ancestral poseen todas las religiones con su seguridad de que los fornicadores merecen el infierno.

 Consumida media hora (incluido un reportaje sobre catalanes que se congregan para besar la bandera de España) no me han ofrecido ningún dato sobre otras salvajadas yihadistas del viernes en lugares que nos quedan muy lejanos, como Kuwait y Somalia. A lo mejor, dejan esas trivialidades tan cotidianas para el final. O, tal vez, obedece a esa convicción civilizada de que existen muertos de primera, segunda y tercera clase, o simplemente prescindibles, insignificantes.

Pero no todo es sombrío. Ese señor negro que no parece un político, en el que todo desprende estilo, naturalidad, inteligencia, aunque tendrá sus zonas de sombra, aparece cantando aceptablemente góspel en la misa dedicada a los que se cargó el joven nazi. E intenta cumplir sus promesas. La reforma sanitaria conseguirá que muchos enfermos no la palmen por ser pobres. Y homosexuales y lesbianas ya pueden casarse. Normal. Y que les vaya bien. Se lo desea alguien que morirá virgen en el tema del casamiento.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_