Día 0 | El ‘hipsterismo’ ilustrado
Jueves, 28 de mayo de 2015 | 12.09
Podría llamarse cero al día de ayer. El del aperitivo, el de abrir boca, el del calentamiento; hoy empieza el maremágnum, las riadas de gente, incontenibles y permanentes. Hoy comienzan los tres grandes días del Primavera Sound. Es casi mediodía en la terraza de un hotel cercano al Fòrum y los miembros del grupo Siberian Wolves toman el sol sentados en una de las mesas, sobre la que dejan y recogen de forma intermitente unas cuantas latas de cerveza. Barcelona también se vive de día durante el festival, algo más para los que la noche anterior decidieron no llegar a la madrugada.
La mayoría llegará hoy a Barcelona. Ayer aún se podía caminar. No había que hacer colas imposibles para entrar a los baños portátiles (sorprendentemente limpios y todavía respirables) y no se tardaba más de cinco minutos en conseguir una cerveza, a cinco euros el vasito, eso sí. Nada de latas, ni botellas, ni petacas. No se puede pasar ningún recipiente al recinto; en la valla de entrada, los guardias de seguridad lo avisaban: "Mañana, con ese bote no podrás pasar. Y la botella tendrás que dejarla fuera". La entrada para el miércoles era libre, sin pulsera ni pases especiales. No hacía falta más que cruzar el torno. Con dos cebos maravillosos para los que deciden probar la "muestra". OMD y Albert Hammond Junior sonaron (muy) bien en el escenario ATP.
Frente a ellos, una marea se extendía casi 360º y se alzaba sobre el montículo de césped que linda con la zona VIP. La estampa costumbrista de cualquier cita musical: los que prefieren el frenesí calórico de la pista frente a los que eligen beber y escuchar sentados, ligeramente alejados. Para el sonido no importó, al menos anoche, fue impecable. A partir de las 22.00 muchos decidieron mudarse a pie de escenario. La brisa del mar, a una escasa docena de metros, el frío, y la humedad de la hierba pusieron a parte de los relajados en pie. También tuvo algo que ver el Enola Gay que abrió el concierto de OMD y que fuera la hora de comer algo; los perritos volaban, literal y metafóricamente, de mano en mano y de mano en boca.
Aún no eran las 00.00 cuando el Fòrum empezó a quedarse vacío. La noche había terminado allí. Poco a poco el recinto se convirtió en el el esqueleto inanimado de un mastodonte. La masa se movió, uniforme, hacia la salida: metro, autobuses y taxis empezaron a llenarse. Detrás, un mar de vasos de plástico brillaban bajo los focos. La Sala Apolo era el destino. Allí, Viet Cong llenó las tres plantas del edificio en el que no dejaron de correr cervezas nuevas en las mismas manos; algo más asequibles (tres euros el tercio) para un festival que, en ningún momento, se puede considerar low cost. El inmenso cartel internacional, más de 200 bandas, se paga a 198 euros el abono y 90 euros la entrada de un solo día. Lo demás, va acorde. Quizás por eso el público de este festival (aunque algo más rebajado este año) podría ser parte de un catálogo de moda, o de gafas. O de cualquier anuncio. Calcetines que superan el tobillo, vaqueros noventeros ajustados con cinturones de piel, camisetas de talla grande sobre cuerpos minimalistas. Muchas barbas. Y muchas gafas. Bienvenidos al festival, el mundo del hipsterismo ilustrado.
A partir de esta tarde puedes seguir aquí y en Twitter (@elpais_cultura) algunos detalles de lo que está ocurriendo en el festival.
Babelia
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