Perro y amo
La mejor forma de mirarse a los ojos entre instituciones y ciudadanía pasa por la vigilancia con garantías
Ha hecho falta un estudio científico para que sepamos que el amor entre el perro y el amo se fundamenta en el gesto de mirarse a los ojos. Puede que perro y amo lo supieran de manera intuitiva, pero ahora queda certificado. Algo así sucede con la realidad institucional española. Después de darle vueltas al problema de la desafección, hemos caído en la cuenta de que lo que echábamos de menos era mirarnos a los ojos. Entendido mirarse a los ojos como un acto no solo sentimental, que también, sino de sinceridad y transparencia. La primera de las afrentas a ese gesto ha venido por el circuito mediático. El vaciado económico de los grandes medios ha provocado una merma en la actividad investigativa. De los canales públicos de televisión, que son la ventana más asequible para que la ciudadanía y las instituciones se miren a los ojos, mejor no hablamos. Machacarlos en su credibilidad y su rentabilidad tiene un coste directo en la crisis moral del país. La actitud de la política local y nacional sobre estos canales es de escándalo.
Pero, sin duda, la mejor forma de mirarse a los ojos entre instituciones y ciudadanía pasa por la vigilancia con garantías. Por un último informe de la Agencia Tributaria conocemos la sospecha de sobresueldos políticos a cambio de influencia eólica. Algunos menean los brazos como molinos y en cada estancia atrapan un pellizco. Pero no es menos grave la amenaza de prescripción que sacude a los casos más sonados de corrupción y hace tiempo que juzgados y Fiscalía Anticorrupción denuncian que la precariedad de sus medios materiales y la reducción de su personal cualificado les condena a un papel más animoso que de contundencia real en este panorama tan sacudido por los comportamientos dudosos.
La anulación por parte de la Audiencia Nacional de la multa de 61 millones de euros que la Comisión del Mercado de Valores había impuesto a las cinco grandes eléctricas por pactar precios y maniatar el mercado es un ejemplo del escollo final tras la carrera de obstáculos. Para que una mirada transmita amor verdadero es imprescindible la independencia de ambos sujetos. Y si uno va cogido por la correa me temo que estamos más cerca de la mascota que del ciudadano libre.
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