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Entre el artista y sus alter ego

Lynn Hershman despliega en el ZKM su fantasmagórico mundo de muñecas replicantes, alias virtuales, sistemas de vigilancia ocultos y escenarios de películas de ciencia ficción

'Iphone Crack', de Lynn Hershman.
'Iphone Crack', de Lynn Hershman.

“Intento vivir en el presente. Mucha gente vive en el pasado. Cuando vives en el presente, muchos piensan que vives en el futuro, simplemente porque no se dan cuenta de lo que está pasando a su alrededor”. Lo afirmó Lynn Hershman (Cleveland, 1941), cineasta y artista de culto, imprescindible para el desarrollo del new media art, en ocasión de la inauguración de Civic Radar, su primera retrospectiva europea en el ZKM Center for Art and Media de Karlsruhe (Alemania). Desde las obras de juventud que nunca se han exhibido antes, hasta sus producciones más recientes como The Infinity Engine, una instalación cinemática, que aborda las implicaciones éticas y sociales de la manipulación genética, la muestra comisariada por Peter Weibel y Andreas Beitin ofrece una panorámica de 40 años de obras, tan avanzadas por su tiempo que tardaron en ver reconocido el carácter profético y profundamente innovador de su enfoque.

A principio de la década de 1970, muchos antes de que los juegos convirtieran en normalidad los avatars y las personalidades virtuales y tres décadas antes de la aparición de Second Life, Hershman parió su primer alter ego artístico, Roberta Breitmore. Interpretado en célebres performances por la propia artista y sucesivamente por otras mujeres, durante siete años entre 1972 y 1979 este personaje símbolo de las múltiples y a veces contradictorias identidades que conviven en cada ser humano, se materializó a través de los recursos formales de su época: vídeo, fotografía, collages, intervenciones gráficas, instalaciones y los primeros experimentos de vigilancia.

La muestra recorre las sucesivas encarnaciones de Hershman, así como sus investigaciones sobre la identidad y los sistemas de control, desde su primer trabajo interactivo en videodisco láser, Lorna (1983-1984), pasando por el voyerista Room of One’s Own (1990–1993), hasta el pionero proyecto de inteligencia artificial Agent Ruby, que desde su nacimiento hace más de diez años en el MoMa de San Francisco va evolucionando, incrementando sus conocimientos y mejorando su capacidad de interacción a través del diálogo con los visitantes. Así lo confirman The Agent Ruby Files, diez libros de cien páginas cada uno, que reúnen las charlas entre este ordenador con rasgos de mujer y el público. En ella se abordan temas tan distintos como los perfiles de las personas involucradas, que abarcan desde inteligencia artificial, sexo y feminismo, hasta economía, política, vigilancia y control.

'Reach', de Hershman.
'Reach', de Hershman.

De clonación, vídeo vigilancia y control social trata también el proyecto de CyberRoberta y su amiga Tillie, the Telerobotic Doll. Durante varios años, cuando no se encontraban de gira en alguna exposición, estas dos muñecas robóticas, equipadas con una webcam integrada en sus ojos, permitían ver en tiempo real lo que acontecía en los estudios de la artista en Nueva York y San Francisco. Aunque vinculados por un hilo conductor temático, los personajes de Hershman desdibujan su perfil multiplicando su identidad en distintos trabajos sobre genética, nanotecnología y robótica, como el célebre Teknolust (2001), una película de ciencia ficción sobre la relación entre hombre y ordenador, protagonizada como la mayor parte de su filmografía, por su actriz fetiche, Tilda Swinton. En Teknolust, Swinton interpreta Rosetta Stone, una científica que utiliza su ADN para crear tres organismos replicantes: Marine, Olive y Ruby y como si fuera una azafata de viajes digitales, guía los visitantes en sus experiencias oníricas, sumergiéndolos de lleno en temas de ciber-identidad, clonación, sexo virtual y reproducción humana. Independientemente de sus temáticas, toda la obra de Hershman es profundamente política y comprometida, sutil, irónica y ajena a la demagogia tan presente de las obras de los artistas activistas. Resulta especialmente representativa de su singular aproximación al arte político, America’s finest, una instalación interactiva que pone a disposición del público un rifle M16. Ningún visitante rechaza la experiencia prohibida de apuntar y disparar hacia un flujo de anónimos e inermes transeúntes, pero en el momento de apretar el gatillo, cuando ya no hay vuelta atrás, se da cuenta con horror de que el rostro en el visor es el suyo y en realidad está apuntándose a sí mismo. Capturando la imagen del tirador Hershman modifica el desenlace y demuestra lo rápido que los verdugos pueden convertirse en víctimas.

En sus obras más recientes, la artista incluye los últimos avances en el campo de los medios de comunicación (smartphones, etc.), la medicina regenerativa y la investigación genética, como los bioprinters tridimensionales, que permiten recrear partes del cuerpo humano. En su trabajo más reciente The Infinity Engine (2014), Hershman explora el creciente impacto de la ingeniería genética en la vida humana y los ámbitos sociales y políticos, preguntándose hasta qué punto la manipulación del ADN es éticamente aceptable. Desarrollada con el biólogo Josías Zayner, la instalación enlaza con los relatos de sus películas anteriores como Conceiving Ada (1996), homenaje a la matemática Ada Lovelace, autora del primer programa informático y la mencionada Teknolust. Además de proyectar las películas, como mayor aliciente se exhiben también su making of, las reconstrucciones de los ambientes principales del rodajes y los trajes de los intérpretes. Tras su presentación en Karlsruhe, la muestra empezará una gira por Alemania que la llevará a Hamburgo y Duisburgo.

Lynn Hershman. Civic Radar. ZKM Center for Art and Media. Karlsruhe (Alemania). Hasta el 6 de abril. Deichtorhallen Hamburg / Sammlung Falckenberg. Hamburgo. Del 14 de junio al 11 de octubre. Lehmbruck Museum. Duisburgo. Del 3 de diciembre al 6 de marzo.

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