Sale con Rihanna
Antes, retocar una foto estaba al alcance de los grandes manipuladores históricos. Ahora, los manipuladores se han expandido a la vida cotidiana
Photoshop ha cumplido 25 años destruyendo el antiguo dogma basado en el ver para creer a la categoría de chiste. Antes, retocar una foto estaba al alcance de los grandes manipuladores históricos. Ahora, los manipuladores se han expandido a la vida cotidiana y ya nadie puede conceder ningún valor a quien le muestra sus retratos al lado de personas relevantes o en lugares destacados. Había tipos que armaban su reputación en cuatro fotos junto a alguien conocido que convertían en hitos autobiográficos irrebatibles. Ahora no vale nada una foto con nadie, no prueba nada. Ahora, uno ni siquiera es sí mismo en una foto, y en las revistas alguien te da consejos de maquillaje desde una foto retocada digitalmente, lo que es tan fraudulento como ese menú lleno de fotos de los platos suculentos que luego el restaurante te trae a la mesa rebajados a una cutre realidad.
En España hemos vivido la aventura de Fran, el chico de FAES al que María Dolores Pradera, una de las genias de este país, define con precisión como el corruptor de mayores. Los altos cargos populares sabrán cómo tropezaron con ese muchacho, pero el resto del país preferiría conocer el grado de uso de recursos estatales y su infiltración política, no tanto su colección de fotos testimoniales junto a personas conocidas, que es lo que da morbo a los medios. En ese género es mucho más interesante un muchacho de Kansas que se oculta bajo el nombre de Peeje T y que tiene una mano estupenda para el truco fotográfico.
Ha logrado, quizá sin salir de su barriada, aparecer en fotos junto las personas más conocidas de Norteamérica, con especial dedicación a Rihanna con la que se retrata como novio en actos públicos, íntimo en escenas caseras y amante en posturas aeróbicas. Peeje T marca el último capítulo de la autofoto. Con sus retratos trucados ha logrado elevar el trampantojo a la categoría de desafío a toda una sociedad que insiste en autofotografiarse con quien se cruza, hasta límites grotescos. Que una foto te robe el alma no importa cuando muchos están deseando vender su alma. Lo que sabemos es que una foto puede ser el punto más lejano a una verdad.
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