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Gisela João: “El fado no es triste, es intenso”

La cantante de Barcelos recurre al rap para llegar a un público heterogéneo sin barreras sociales ni generacionales

Gisela Joao, fadista, en su casa en Lisboa
Gisela Joao, fadista, en su casa en Lisboa JOAO HENRIQUES

Si el tiempo no lo impide, que lo impide, a Gisela João se la ve en el encantador Jardín da Estrela, sentada en el césped, sobre una manta, tirando de aguja y dedal. Su rincón, entonces, es su nube, como la que lleva tatuada en un brazo. “Soy escorpión. Tengo los pies en el suelo, pero sueño mucho. Quiero soñar”.

Este lluvioso invierno lisboeta obliga a la fadista a recogerse en su otro rincón, el de casa, al lado de sus gatos Mimi y Mimocas. Gisela es pequeña, aunque quizás, no; si se la ha oído cantar, si se le ha visto cantar, con esa fuerza, esa voz gruesa, potente, pasional, sorprende que brote algo tan grande de cuerpo tan pequeño. También engaña por su calzado deportivo y su pasión por lo que cae en sus manos, ya sea la tostada con mantequilla que devora -”es que no he desayunado”- sea el chorreo que le cae al que está al otro lado del móvil -”perdona, pero esto lo tengo que resolver ahora”, se disculpa. Gisela, amor, dales duro, que tu problema es el de todos. “¿A ti tampoco te funciona internet? Pues hay que protestar. Yo protesto siempre, por cada cosa que está mal; no hay que pasar. Pagamos ¿no?”. A estas alturas, la grabadora ha agotado las pilas; Gisela, no. “¿Hablo mucho, verdad?”. No me atrevo a decir que sí, tampoco que no. Afortunadamente, no espera respuesta. Es una fuerza de la naturaleza. “Siempre tengo que estar con algo en la cabeza; coser me calma”. Y muestra su bolso de paja, que almacena ovillos de hilos de colores, agujas y trapos de lino medio bordados. “Hoy no, pero también suelo llevar tela suficiente para hacerme un vestido”.

Hace seis años que João publicó su primer disco, O meu fado, pero su explosión artística ha sido ahora, con el segundo, elegido disco del año. “Me despedí de tu cuerpo”, canta desgarrada en Madrugada sem sono, “Y con orgullo huí/ Andé [pemítase el portuguismo] de un cuerpo a otro cuerpo/ solo para olvidarme de ti”, mientras el riff galopante de las cuerdas de Ricardo Parreira, Tiago Oliveira y Francisco Gaspar subrayan la voz aquí doliente de la João. Un disco superventas.

“El fado no es triste; es intenso, como el flamenco, que para mí no es triste, es fuerza, es vida; es blanco o es negro; si estoy en medio no me encuentro bien”. Natural de Barcelos, en su familia no hay herencias fadistas ni artísticas. “Yo quería ser diseñadora de moda, la música para mí era un hobby”, y una forma de entretener a la larga prole familiar durante las ausencias de la madre.

Gisela era/es la mayor de siete hermanos y la responsable de cuidar, entretener, cocinar para sus seis hermanos que llegaban a este mundo, con precisión matemática, cada dos años. “Eran muchas horas, tenía que hacer de todo, me inventaba platos para que comieran; a ellos sí les cantaba y me disfrazaba de Amalia Rodrigues, con sus labios rojos. Escuchaba la radio y oía a aquella mujer cantar lo que a mí me pasaba”.

Su vena nostálgica luce en Meu amigo está longe, con más de 300.000 visionados en YouTube: “Ni un poema, ni un verso, ni un canto/ todo lleno de ausencia, todo pleno de espanto”, canta sola, abandonada, los versos de José Carlos Ary musicados por Alain Oulman.

Acaba de llenar los Coliseos de Lisboa y Porto, ella sola. “No me gusta salir acompañada al escenario, me incomoda; no me gustan las orquestas, no me gustan los artistas invitados, parece que haya que refrendar con ellos la calidad del artista, su aval. Mi convidado especial es el público. El aval tengo que ser yo”.

Carmiño, Ana Moura, Cuca Roseta, Mariza...la competencia de fadistas es fuerte. “Las adoro. Es bonito porque cada persona tiene su trabajo y ninguno es igual al de las otras. No hay nadie que cante como Carmiño, nadie que cante como Mariza, nadie que cante como Camané”, Y ahí se para. “Es mi dios. Él tiene lo mismo que Sinatra o que Amalia, la fuerza de cada palabra”.

Siendo el fado una música del pueblo, ha habido una época en que se le añadió mucho barniz, perdiendo el contacto con la gente

La intérprete descarada brota en A casa da Mariquinhas, un fado tradicional reconvertido con letra de la rapera Capicúa, su amiga Ana Matos. Su alegría se desparrama en la canción popular Bailorico Saloio, superando en este registro -perdón por el sacrilegio-, a la sagrada Amalia Rodrigues.

“Siendo el fado una música del pueblo, ha habido una época en que se le añadió mucho barniz, perdiendo el contacto con la gente. En mi niñez, el fado no estaba de moda. Creo que fue identificado con la dictadura y no era así [el dictador Salazar abominaba del fado]". Su público rompe prejuicios que el fado pudiera arrastrar. “Tengo seguidores de ocho años, adolescentes con tatuajes y pircing, amantes de tecno o del trans que vienen a mis conciertos. También son músicas que van conmigo siempre, que me gustan; pero mi forma de expresión es el fado”.

A la ola de nuevos públicos ayuda su puesta en escena, zapatillas deportivas, minifaldas, tatuajes, entre ellos el lema don´t forget to play, “hay que jugar siempre”, dice antes de ponerse seria: “Ni el ego ni la pose me interesan. Mi voz es el hilo, el vehículo para transmitir el poema al pueblo. Leo mucha poesía, fijándome sobre todo en que tenga un lenguaje sencillo. No me gusta el elitismo; no es mi universo. No puedo permitirme que el mensaje no llegue al pueblo”.

Cuestión de gustos

1. ¿En qué canción te gustaría vivir? Time after time.

2. ¿A qué cantante de cualquier época te gustaría invitar a cenar? No habría sitio en la mesa: Frank Sinatra, Ella Fitgerald, Piazzola, Billy Hollyday, Amalia Rodrigues…

3. ¿Cuál fue el mejor momento de su vida? Tengo muchisimos.

4. ¿Qué disco, libro, película no terminaste? No recuerdo de ninguno.

5. ¿Qué hiciste el último fin de semana? Estuve cantando por la península.

6. ¿Cuál fue el último disco que escuchaste? Serei louca, de mi amiga Capicúa.

7. ¿Qué está socialmente sobrevalorado? Las amistades virtuales.

8. ¿A quién le daría un Grammy? ¡¡Glup!!

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