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De secretos y fantasmas

Martín Garzo apunta en su nueva novela 'Donde no estás' a los muertos que no sabemos enterrar. Dibuja el milagro como natural, con una prosa fragante

El escenario de 'Donde no estás' es el pueblo vallisoletano de Villalba de los Alcores, mundo y mito en la infancia de Martín Garzo.
El escenario de 'Donde no estás' es el pueblo vallisoletano de Villalba de los Alcores, mundo y mito en la infancia de Martín Garzo.Raúl Cancio

La nueva novela de Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) tiene su origen en otra anterior, La carta cerrada (Lumen, 2009). En ésta, una madre deja a su hijo una carta en la que le explica las razones por las que su vida tomó otros derroteros, pero el niño no la abre. No quiere saber. Aquí, en Donde no estás, hay una madre muerta y una hija que sí quiere saber. Así que busca a su madre resiguiendo sus pasos, poniéndose sus zapatos, va a la casa rural de la abuela, poderosa, sabia, lúcida y, quizá por ello, intransigente, con pasiones y avatares de las gentes que están y estuvieron en su órbita, una extensísima esfera arbitraria de poder. Ana es una adolescente que acude para saber y todos —vivos y muertos, animales, árboles y habitaciones— le hablan de lo que no saben para así callar lo que sí saben. Mentiras, secretos, sospechas y certezas. Ana regresa al pueblo de la infancia de su madre donde aún reside aquella abuela, hoy maltratada por un Alzheimer que le hace alternar desvarío y lucidez. Ese lugar es Villalba de los Alcores, pueblo vallisoletano de la comarca de los Montes Torozos, que fue el mundo y el mito en la infancia del propio autor.

Por las noches, a Ana se le aparece la Señora, fantasma empapado de agua de pozo que se cuela por las rendijas de la duermevela. Le habla con gestos, baila, dibuja signos en el aire. Las sirvientas de la casa también le explican historias y callan cuando han hablado demasiado. Familiares y vecinos. Un primer amor, Ismael, en un verano que Martín Garzo acierta al hacer atemporal. La Guerra Civil sigue siendo un manto negro que al tratar de tapar las huellas del crimen y la tragedia no hace más que descubrir inquinas y asesinatos, delaciones y venganzas, cadáveres y verdugos, porque los muertos regresan porque no saben nada y vuelven para entender qué pasó con ellos o ni siquiera eso.

Probablemente estamos en los primeros sesenta, pero el autor no da pistas. Su literatura funciona mucho mejor en ese territorio fronterizo de un pasado reconocible, de colores impresionistas pero poco más. Del país de las primeras cosas mucho más que en sus asaltos a la estricta contemporaneidad, donde su viaje por el alambre siempre ha sido más espinoso, a tenor del estilo y la sensibilidad del escritor. Para unos lectores roza la cursilería, para otros la verdad oculta en la belleza sin prisa ni violencia. La pirueta de Martín Garzo desde la excepcional El lenguaje de las fuentes, con la que en 1994 ganó el Premio Nacional de Literatura, ha sido recrear el prodigio, el milagro, como lo realmente natural. Algo que la civilización racional ha tratado de ocultar edificando encima pero que siempre encuentra resquicios, grietas por las que seguir comunicándose con nosotros. Posición tan extrema pero que la absoluta parsimonia de su literatura, su tranquilidad y sinceridad ha hecho que cuando le lees admites lo excepcional, lo domesticas.

Ana es una adolescente que acude para saber y todos  le hablan de lo que no saben para callar lo que saben

Es Donde no estás una novela de género, saga familiar, a ratos de fantasmas, a ratos folletinesco, más viscontiniano que serialero. También es un dedo acusador que señala a los muertos que no hemos sabido enterrar más de setenta años después. Es una obra preñada de centenares de historias —bíblicas, mitológicas, orales, novelísticas— que todo el mundo en la novela explica y recrea. En estas casi 400 páginas vamos a encontrarnos con lo mejor del estilo de Gustavo Martín Garzo. Una sensibilidad personal e intransferible, una terca querencia a dar voz a lo que nadie oye: a los ausentes, a la naturaleza, animales, árboles. A ser un autor fuera de frecuencias y tendencias. Un estupendo creador de perfiles psicológicos femeninos, un ingenuo —a veces hasta naif— defensor de la inocencia y la belleza en lo adánico. También hay muestras de su oficio. La novela se construye con un uso magistral de voces y testimonios, fotos y visiones, torreones y espejos deformados y rotos, que dan un relato lineal en su constante delante/detrás de magnetofón, en su visión siempre periférica para avanzar.

Pero en sus aciertos también tiene su talón de Aquiles. En el último tramo de la novela anda ahogándose, quizás porque el autor pierde la contención. Demasiadas voces dispuestas a explicar demasiadas historias, desvelar secretos que adquieren al final casi un sesgo rutinario cuando de los secretos uno espera revelación. La inserción de dos triángulos amorosos con un lado compartido, el romance de sus padres, las joyas enterradas de la abuela resultan innecesarias narrativamente hablando. El diario de la madre —la carta cerrada— detona , pero ha habido revelaciones de más enjundia a lo largo del libro, y lo que debería ser la clave para la protagonista —el porqué de la separación de sus padres— queda diluida debido a ese contar todo por parte de todos: amantes, guerras, hijos, amores, odios, pájaros y fantasmas. A pesar de eso y como es habitual en su autor, la mayor parte de la travesía es un viaje especial, con una prosa rica y fragante y personajes femeninos que se levantan del papel. A este viaje quizás solo le han sobrado secretos, pasillos secundarios y algún que otro amarre.

Donde no estás. Gustavo Martín Garzo. Destino. Barcelona, 2015. 360 páginas. 20 euros (digital: 12,99)

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