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Leer con los ojos cerrados

Graham Greene consideraba que su diario de sueños era más íntimo que su autobiografía

Patricio Pron

Graham Greene afirmó que “recordar un sueño de principio a fin es un pasatiempo tan intenso que puede producir la ilusión de catapultarte a un mundo distinto”; en ese mundo “distinto”, y “propio” en contraposición al de la vigilia, Greene sorprendió al Papa durmiendo, dialogó con Robert Graves, Jean Cocteau, D. H. Lawrence o Jean-Paul Sartre (quien le comentó: “Habla usted francés muy bien, pero […] no entiendo una palabra de lo que dice”), encajó con deportividad una pulla de Nikita Jruschov, fue nombrado arzobispo de Westminster, descubrió a un antecesor de Jesús llamado absurdamente Mouskie, mantuvo una conversación con un perro, orinó gambas y cigalas, viajó en tren a un pueblo llamado Horden, donde habitaba la felicidad.

A lo largo de su vida, Greene (Berkhamsted, Reino Unido, 1904-Vevey, Suiza, 1991) rechazó varias ofertas para escribir una autobiografía por no querer violentar su intimidad, ni la de las personas que había conocido: sin embargo, a su muerte (en 1991) dejó listo para su publicación este “diario de sueños” escrito entre 1965 y 1989, que es un testimonio más íntimo que el que podría haber ofrecido en un relato autobiográfico, en particular en relación con lo que su autor denominó “las preocupaciones conscientes”: en los sueños de Greene no sólo se ponen de manifiesto sus dudas como escritor, sino también el origen de una obra; de hecho, como afirma, algunos de sus libros surgieron de sueños, en especial Campo de batalla y El cónsul honorario.

En Un mundo propio Greene narró sus sueños como anécdotas diurnas, de tal modo que el lector puede leer, para su asombro, frases como la que sigue: “El 28 de abril de 1988 me vi embarcado en un desagradabilísimo viaje por río a Bogotá en compañía de Henry James”. En ella, la vivencia onírica está vinculada con la fecha “real” en que se produjo el sueño, lo que otorga a este y a los otros pequeños relatos oníricos del libro un carácter desconcertante, y no exento de ironía.

Naturalmente, el autor de Retrato de una dama murió en 1916; y posiblemente hubiese preferido no ser narrado, ya que, como escribió en una ocasión, contar un sueño es equivalente a perder un lector. Un mundo propio pone de manifiesto, sin embargo, que no siempre es así, y que la vida nocturna de una persona puede ser de interés en la vida diurna de otra, en particular si quien está despierto es un buen lector y, quien duerme, un autor de la importancia y del talento de Greene. A Un mundo propio se lo lee con los ojos cerrados por la sorpresa.

Un mundo propio. Diario de sueños. Graham Greene. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. La Uña Rota. Segovia, 2014. 155 páginas. 14 euros

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