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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La guionista

La italiana Suso Cecchi d’Amico habría cumplido 100 años en 2014, pero quizá aún es demasiado reciente su desaparición en 2010 como para rendirle justicia

David Trueba

Demasiado a menudo la cuota femenina en el mundo artístico insiste en premiar la actitud más que el contenido de la propuesta. Puede que prestigiar la mediocridad sea el precio menor que pagar por alcanzar cierta igualdad necesaria. No es grave porque el tiempo juzgará sin disfraces. Lo sorprendente es que no se estimule más el rescate del pasado de lo que han sido talentos femeninos asombrosos. Sospecho que algo así ocurre en el cine europeo, que aún no ha sido capaz de colocar donde merece a la más importante guionista de nuestra historia. La italiana Suso Cecchi d’Amico habría cumplido 100 años en 2014, pero quizá aún es demasiado reciente su desaparición en 2010 como para rendirle esa justicia.

Los guionistas italianos practicaban un esfuerzo colectivo que no se ha repetido en otros lugares con la misma destreza. Pero la presencia de Suso d’Amico se alarga durante seis décadas por las entrañas de lo que fue el mejor cine del mundo. Bastaría con nombrar solo las obras maestras incontestables en las que aparece su nombre en el guion para dar un atisbo de su importancia: Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán, Rocco y sus hermanos, El gatopardo, Rufufú o Salvatore Giuliano. Su amistad colaborativa con De Sica, Monicelli y, por supuesto, Visconti, quizá oscurece su personalidad, que arranca con una película magistral de Luigi Zampa: Vivere in pace.

Esta mujer reina entre los guionistas de cine sin aspavientos. Cuando William Wyler llegó a Italia para rodar Vacaciones en Roma, solicitó su ayuda y la de Flaianno para dar carácter local al guion de Ben Hecht. Cuentan que Suso d’Amico ideó el momento en el que Audrey Hepburn duerme con el pijama prestado por Gregory Peck, algo que se convirtió en uno de los gestos icónicos de la comedia americana, repetido hasta la saciedad. Y aseguran que el documental en dos partes sobre cine italiano que dirigió con su firma-factoría Martin Scorsese, Mi viaje en Italia, le debe a ella la esencia del montaje de extractos de películas, y a juzgar por la emoción que logra nadie debería dudarlo. Disfrutaba entonces de la atalaya privilegiada de sus 85 años sobre un cine que le era cercano como un hijo.

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