Factor RH
Los partidos políticos tienen su particular factor RH. Por eso muchas veces la sociedad los observa sin acabar de entender los movimientos
Los partidos políticos tienen su particular factor RH. Por eso muchas veces la sociedad los observa sin acabar de entender los movimientos, que responden al capricho de esos glóbulos integrantes mucho más que a la lógica o el bien común. Lo estamos viendo con los socialistas, que desde la elección de Pedro Sánchez arrastran su habitual síntoma posprimarias. Los esfuerzos para lograr su designación terminan por ser su hipoteca y así la potencia que le concede a Susana Díaz detentar el poder en su región, privilegio al alcance de muy pocos en el partido, amenaza al recién elegido líder. Visto a través de los medios da la sensación de que unos luchan para no dejar que se fortalezca tanto como para adquirir poder real y él se esmera en conseguir un grado de popularidad que le haga imprescindible. El momento tétrico del partido, con votantes en crisis de fe, recomendaría otra actitud, pero ahí andan.
Entre los conservadores en el gobierno hay también pugna, escándalos y un desapego del votante. Pero nada cohesiona más que el poder y la caja de empleo que conlleva y todos aguardan las designaciones de candidatos sin dar un ruido. Con el nombramiento de su nuevo portavoz, Rajoy compensa otras fuerzas de su gobierno, más dedicadas a la gestión y menos a la vicisitud de un partido que tiene su peor enemigo en el telediario de cada día. Pero también envía una señal clara a la disputa electoral que se cierne sobre nosotros tras las navidades.
Rafael Hernando es definido como un duro por quienes gustan de metáforas peliculeras. Su historial de declaraciones terribles, no ya fuera de tono sino fuera de horma, apuntan hacia la urgencia de su partido para complementar con radicalidad agresiva y contundencia dialéctica la domesticación de los medios públicos, nunca lo suficientemente mansos. Intercambiar golpes en el ring mediático contra Podemos en un diálogo sordo cargado de descalificaciones y frontalidad, generará el clima para que muchos votantes conservadores regresen a la casa madre tras las traiciones conceptuales. Lo pagará la sociedad española, que volverá a crisparse y agitarse en una impostada imposibilidad de convivir, con el único fin de engordar la expectativa electoral. Ya decíamos que el bien común carece de importancia para el RH de los partidos.
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