¿Qué es lo que pasa que lo veo todo negro?
Ellroy selecciona y prologa ‘American noir’, una antología de los mejores relatos del género. “La fascinación de lo negro está en la renuncia moral y la entrega a la excitación".
Traicionando mi enfermiza fidelidad a no participar en eventos culturales, mesas redondas, estrenos, conferencias, entrevistas…, entre otras cosas porque creo que no tengo nada apasionante que contar ni discutir ante un auditorio público, me entró un subidón de adrenalina cuando hace un montón de años me invitaron a presentar en Barcelona las memorias de James Ellroy Mis rincones oscuros. Su escritura me había hipnotizado, y concretamente su Cuarteto de Los Ángeles formaba parte de mis altares no ya del género negro, sino de la mejor literatura. Siempre he tenido precaución en conocer personalmente a artistas que venero. Por si acaso, por si la imagen que te has forjado de ellos no se ajusta a la realidad, por temor a la decepción. Y no sé si aquel hombre grande, arrogante y procaz interpretaba indesmayablemente el papel de provocador, si todo lo que salía de su deslenguada boca estaba programado, si creía que esa imagen era conveniente para el marketing de su obra o si verdaderamente su personalidad era así. Exhibía su desprecio, su desinterés o su ignorancia por la inmensa mayoría de la gente con la que compartía género, incluidos clásicos difícilmente contestables como Chandler y Hammett; solo merecían su condescendiente beneplácito Thomas Harris, creador de Hannibal Lecter, y Joseph Wambaugh, autor de Los chicos del coro. En cuanto a la gente del cine que había trabajado en la adaptación de sus novelas (incluida esa película excelente titulada L. A. Confidential), todos le parecían unos cretinos excepto su amigo Danny DeVito.
Pero si sus opiniones artísticas podían ser discutibles o negociables, lo más impresentable en él era la militancia del converso. Converso después de haber alimentado su atormentada personalidad, durante su adolescencia y juventud, con todas las drogas conocidas o exóticas. No se podía fumar en su presencia, su mirada era reprobatoria hacia los que trasegaban alcohol en la cena y se escandalizó mogollón conmigo cuando me pilló fumando en los lavabos de un restaurante. Creo que le solté alguna coz verbal que le tradujeron con lógico arrobo o prudencia, y paradójicamente me trató con respeto y cierta simpatía a partir de ese momento. Por supuesto, seguí devorando sus libros, aunque sospecho, después de constatarlo en su Trilogía americana, que su admirable estilo narrativo se está retorciendo tanto que el Finnegans Wake de Joyce será más fácil de leer y de entender que lo que nos depare Ellroy en el futuro. Su escritura está más allá del talento, posee auténtico genio, señas de identidad intransferibles.
La escritura de James Ellroy está más allá del talento, posee auténtico genio, señas de identidad intransferibles
Debido a la vieja convicción del megalómano y explosivo Ellroy de que el género negro empieza y acaba con él, me sorprende su generosidad y su sorprendente admiración hacia la creatividad ajena al prologar, seleccionar y editar el libro American noir, una antología de los mejores relatos del género, al que define de esta forma: “La fascinación de lo negro está en la fuerza de la renuncia moral y de la entrega a la excitación. La importancia social de lo negro radica en su capacidad para fundarse sobre los grandes temas de raza, clase, género y corrupción sistémica. El júbilo dominante y el atractivo definitivo de lo negro consisten en hacer de la condena una diversión. El destino maligno tiene un poder enorme e impredecible y ninguno de nosotros está a salvo”.
Y faltaría más, uno de los diez relatos que componen estas esencias de lo negro pertenece a Ellroy, alguien magistral en las distancias largas y solo competente, aunque siempre reconocible, en las cortas. El resto de los exploradores de mundos sombríos, de historias en las que está muy complicado o sería ilógico el final feliz, también es de lujo. Ellroy permite que le acompañen James M. Cain, Mickey Spillane, David Goodis, Jim Thompson, Patricia Highsmith, Joyce Carol Oates, Lawrence Block, Dennis Lehane y Elmore Leonard. ¿Que falta algún maestro de las negruras en trago corto? Pues claro. Que ya sabemos que a la intensa Joyce Carol Oates, esa señora que sabe y escribe de todo, ningún amante de este género la identificaría con sus esencias, también. Encuentro excelso el relato de Goodis, ese poeta de la desesperación callada, sobre la incapacidad de un asesino profesional para romper su código samurái. Y todos conocemos el inimitable estilo de Leonard manejando diálogos. Y que el género mantendrá su salud ancestral gracias a escritores como Dennis Lehane. Y no está mal que aparezca una selección razonable en un género en el que actualmente existe sobredosis, al que se apunta todo dios, en el que cada mes aparecen diez nuevos autores acompañados de la etiqueta promocional decretando que su lectura es imprescindible para los fascinados por la negrura. Por la negrura luminosa, aclaro.
American noir. Varios autores. Editorial Terapias Verdes / Navona. Barcelona, 2014. 344 páginas. 18 euros.
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