Flores de ceniza

Larguísimas líneas proyectan las paredes de una fantasmagórica sala vacía hacia las profundidades de un lienzo, de 30 metros cuadrados, cubierto por un velo de ceniza que lo oscurece todo. Es un salón de la Cancillería del Reich, en Berlín, siniestra reliquia neoclásica de los delirios imperiales de Hitler. Desde un montón de barro seco agrietado, abajo del cuadro, brota boca abajo un gigantesco girasol muerto que atraviesa todo el cuadro, pegado a la tela. La planta que sigue al sol, como encarnación de la conexión entre lo terrenal y lo celestial. La planta que nace, muere y renace. Las cenizas de la historia. La memoria. La imposibilidad del arte después del Holocausto. Ante el espectador, Flor de ceniza. Una obra que el artista tardó 16 años en terminar.

Mirar un cuadro de Anselm Kiefer sobrecoge. Pues imaginen cómo se queda uno después de pasearse por entre el centenar de obras que componen la monumental retrospectiva de la Royal Academy londinense. La exposición recorre todas las facetas y épocas del creador nacido en Alemania en 1945, en medio de las cenizas del III Reich. Desde las acuarelas y los libros de artista hasta los gigantescos lienzos de plomo con diamantes incrustados, pasando por media docena de instalaciones realizadas para la ocasión. Los girasoles, los bosques, la poesía, el firmamento. Wagner y Paul Celan. Sumergirse en la poesía de Anselm Kiefer es un buen plan para el otoño londinense. La feria Frieze ha vuelto a convertir a la ciudad esta semana en el epicentro del mundo del arte. Si las compras, las ventas y las fiestas han dejado un regusto de frivolidad, ahí sigue Kiefer en la Royal Academy para borrarlo de un plumazo. No teman. Como dice el propio artista, "no se puede evitar la belleza en una obra de arte. Puedes coger el tema más terrible y automáticamente se convierte en bello".