Arte, no negocio
El interés económico aboga por rentabilizar grandes palacios a costa del arte, craso error secundado por el poder político. Estrategia de arcas repletas con el turismo masivo. Una huella más de la decadencia de la cultura en nuestra sociedad, cada vez más supeditada a las normas comerciales y publicitarias.
Las obras deberían ser el centro de atención, y no las paredes que las contienen, pues ellas son la personalidad que les da vida. La cultura es alma y espejo de una sociedad, no un pilar en el que basar una desastrosa economía.
Después de maravillarse con la Mona Lisa de Da Vinci, con Las señoritas de Aviñón de Picasso o con los Blue Poles: número 11 de Pollock, ¿a alguien le importa el color de las paredes? Los museos deben ser como los artistas: únicos e irrepetibles en su contenido y no en su continente, ahí radica su fuerza y belleza.
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