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‘Gran Hermano’ vuelve al escaparate

Telecinco estrena la noche de este jueves la decimoquinta edición del programa

Isabel Valdés
Mercedes Milá, la veterana presentadora de 'Gran Hermano'.
Mercedes Milá, la veterana presentadora de 'Gran Hermano'.

De lo que fue, queda poco: 14 años son demasiados para el estatismo. Más aún en la televisión. Gran Hermano llega a su decimoquinta edición liberado de corsés. También, en cierta forma, despojado, por la repetición, de la magia con la que nació y lo aupó como irrebatible líder de audiencia en su primera emisión. La final del primer concurso registró en julio de 2000 un 70,8% de cuota de pantalla; 9.105.000 espectadores vieron a Ismael Beiro ganar una rara metamorfosis de la pesadilla de Orwell.

En 2013, GH 14 se conformó con una media de 18,4% de share, convirtiéndose en la edición menos vista. Aun así, este año casi 60.000 personas han hecho esa llamada que los convierte en aspirantes. ¿Qué queda de esos primeros concursantes vírgenes de estrategia y pose? Nada, según el público. Todo, según la cadena. Jaime Guerra, uno de los directores del programa, asegura que la fórmula sigue funcionando como al inicio: “Cada año intentamos seguir sorprendiendo a los habitantes de la casa y al público. Por ejemplo, este año los aspirantes pueden entrar con alguien más. Familia, amigos o pareja”.

Los detalles de cada edición van cambiando a medida que se agotan las recetas anteriores, pero la base, ese “experimento sociológico” que Mercedes Milá, su presentadora todo este tiempo, acuñó y que en realidad nunca fue, porque no reúne las condiciones para ello, ya no existe. Quienes se sientan en el sofá saben que van a ver a unos cuantos desconocidos pelearse, reír, llorar. Enamorarse. Odiarse. Los de dentro saben qué se ve. Y cómo se ve. Pero Milá confía en los cambios: “La gala de estreno en la casa será totalmente distinta y eso me pone un poco nerviosa. En plató te sientes cómoda, pero al pensar que voy a un sitio donde no voy a saber ni dónde están algunas cámaras, se me seca un poco la boca".

El espacio ha dejado de ser un claro trampolín hacia la fama

José Antonio Ruiz San Román, profesor de Sociología de la Universidad Complutense, opina que el espacio ha enganchado a una audiencia suficiente como para ganar dinero, “pero el primer impacto ya pasó. El espectador siente que ve algo que ya ha visto y que ya no saben qué hacer para innovar”.

Esa sensación tiene Santiago Botella, un exaspirante de 2006, de 31 años, dedicado ahora a la radio: “Me gustaba esa idea de aislamiento con gente desconocida, conocerte a ti mismo y tus límites”. Botella cree que ahora los participantes son elegidos según su capacidad de emparejamiento, “más rollo sexual. Y el mundo, una vez que sales de la casa, es una locura”.

Desde hace años, Gran Hermano ha disminuido su impulso como trampolín a la fama que lanzó a los concursantes a los platós de los programas de entretenimiento de Mediaset. Para algunos, era un inconveniente; para otros, una puerta. Nacho Torres acaba de cumplir 30 años y se presentó a la selección cuando tenía 21 porque no veía mucho futuro a la carrera que había estudiado, Publicidad. “Pensé que podría ser una salida más fácil. Después busqué trabajo seriamente y vi que aquello no era para mí”. Los exaspirantes coinciden en el cambio que ha sufrido la casa desde la sexta edición: “Ahora se busca más polémica y gente guapa".

Para quienes han hecho interminables colas en alguna de las rondas de pruebas para llegar a Guadalix de la Sierra, el programa ha cambiado su prototipo de concursante. Sin embargo, ellos no han modificado su objetivo. Eso asegura Jaime Guerra: “¿Les importa la fama? Sí ¿Les importa el dinero? También. Pero lo que más les interesa es la experiencia. Cuando los entrevistamos, sonríen ante la idea de poder cruzar la puerta de esa casa. Tienen ilusión por vivir algo que sólo puede ser vivido aquí”.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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