Cables, bombas y pequeños ruiseñores

El mismo día que Oriol Junquera, en su defensa de las esencias de la catalanidad, equiparó a los habitantes de la comunidad con los negros al identificarse con Martin Luther King, Antena 3, propiedad también de un catalán hijo de charnego, estrenaba un nuevo concurso, ¡Boom!, con el muy eficiente y funcional Juanra Bonet como presentador del mismo. El concurso sustituía al veterano Atrapa un millón, del incombustible Carlos Sobera, con el que tiene ciertas concomitancias.

Dos equipos, una serie de preguntas y la incorporación de diferentes bombas con sus correspondientes cables de colores que al cortarlos se sabrá si la respuesta es la correcta o provocará una explosión de una sustancia por determinar. Tantos años de terrorismo, tantas películas con la mano dubitativa del protagonista en el instante de cortar el cable azul o el rojo, tantas gotas de sudor correteando por su frente y un implacable segundero que se aproxima al 00.00 han conseguido que el icono del terror se incorpore a uno de los emblemas de la sociedad de consumo más banales: los concursos televisivos. Así es el sistema: si no lo puedes vencer, incorpóralo.

La nueva apuesta de Antena 3 tiene un gran reto: conseguir superar a Pasapalabra, el exitoso concurso de Telecinco que lleva 14 años en antena en diferentes cadenas y que, de alguna manera, coadyuva a que los informativos que emite a continuación sean los más vistos en el horario estelar. Lo curioso de la televisión es que siendo un medio que busca el entretenimiento, un concepto complejo y subjetivo, cuantifica perfectamente el éxito o el fracaso. Dicho de otra manera, ¡Boom! habrá conseguido su objetivo si se acerca, iguala o supera el 15.8% de audiencia, es decir, los 1.555.000 espectadores de Pasapalabra. El resto, para los programadores y directores de la cadena, es literatura. [¡Boom! logró un 15,6% de share (1.442.000 espectadores), muy cerca de, Pasapalabra (15,9%, 1.469.000 espectadores)].

Telecinco, por su parte, no se podía quedar atrás en cuestión de estrenos si no quería descabalgarse de la lucha por el pastel de la audiencia. En la promoción del nuevo concurso destacaba la voz en off que anunciaba "Un concurso con un presentador de altura...". Naturalmente todos pensamos en Pau Gasol por más que sabíamos que jugaba el mundial de baloncesto pero cosas más difíciles se han visto. No, no era Pau Gasol (un negro catalán de 2,15 metros de altura) sino Jesús Vázquez (24 años en el oficio), que se reencontraría con la infancia y la pubertad en el nuevo talent show de corte familiar Pequeños gigantes. Niñas y niños de entre 4 y 11 años que quieren demostrar su talento a la hora de cantar, bailar o parodiar y que nos remite, cual magdalena de Proust, a una lejana infancia con Pablitos Calvos, Joselitos o Marisoles, nuestros pequeños ruiseñores.

Quizá lo más incomprensible del nuevo programa infantil es que se emite a partir de las 22.30 horas en un día laborable, es decir, escolar. Una de dos: o en la cadena dan por hecho que la escolarización con la ley Wert en vigor tiende a la baja o el que lo vean los niños es una cortina de humo para que sean los padres los que sueñen con salir del paro gracias a los espabilados que son sus hijos. Y una sugerencia: que los tres miembros del jurado, Angy Fernández, Melody y Jorge Cadaval, no repitan lo mismo ("eres un fenómeno, lo has hecho de maravilla pero...") cada vez que cercenan la carrera de un niño o una niña. No se trata de prevenirles ante un posible fituro tan lamentable como el presente, con esos dos millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan (lo ha dicho la OCDE), pero tampoco hace falta ensalzar sus infantiles egos con piropos que preceden a la expulsión.