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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Profilaxis

No solo los conflictos se han transformado en guerras civiles entrecruzadas, sino que han propiciado verdaderos Estados fallidos

David Trueba
Nuri al Maliki.
Nuri al Maliki.

Ronald Reagan solía empezar sus discursos con una ironía en defensa de la libertad personal y contra la intervención estatal, casi un lema del ultraliberalismo. Decía: “Las 10 palabras más peligrosas que puede escuchar un norteamericano son: ‘Buenos días. Soy del Gobierno y estoy aquí para ayudar”. Cuando uno aprecia la situación de Irak después de la intervención de la Administración de Bush no puede evitar pensar en aquellas palabras y lo recomendable que hubiera sido aplicárselas también a su tentación de ser los guardianes de la democracia mundial. Estados Unidos y sus aliados no solo encubrieron los intereses económicos bajo la bandera del estoy aquí para ayudar, sino que convirtieron el ataque militar en la única opción posible con una dosis de manipulaciones y mentiras que destruyeron los mecanismos de acuerdo internacional para dos décadas.

Existe un consenso generalizado en que los errores de aquella intervención han destruido la posibilidad de ayudar en regiones devastadas. No solo los conflictos se han transformado en guerras civiles entrecruzadas, sino que han propiciado verdaderos Estados fallidos. Recuerdo escuchar unas declaraciones de Oliver Stone durante el pasado Festival de San Sebastián asegurando que Estados Unidos terminaría por atacar Siria y prolongando así su discurso crítico hacia los intereses bastardos que guían al Gobierno de su país en las intervenciones militares. No ha sido así, y es justo reconocerle esa contención a la Administración de Obama frente a quienes no encuentran diferencias entre sus opciones locales. Pero las razones, quizá, tienen más que ver con esa pérdida de legitimidad que con una nueva estrategia razonable.

Al Gobierno de Al Maliki, empeñado en una refriega de facciones religiosas, le falta transparencia y rigor para despertar la solidaridad internacional. Así que, al parecer, la ayuda va a limitarse a descargar un castigo a distancia, como viene siendo habitual en los últimos años. Una especie de sobrevuelo distanciado, profiláctico y esquivo. Ha sucedido en Siria, donde la oposición a Bachar el Asad fracasó en su ejercicio de seducción y el resultado es permitir el mal conocido, que fue la estrategia seguida con Sadam durante gran parte de su mandato sádico y dictatorial. Nunca antes fuimos tan esclavos del desprestigio logrado con los errores del pasado ni los recursos estuvieron tan agotados por el dispendio de la verdad y la justicia internacional.

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