Ya no son los malos
Y la presunta izquierda creando un cisma entre ellos por su selectiva ayuda a los menesterosos, a los que necesitan un techo
Tenía una sonrisa permanente y helada. Ni la menor huella de vacilación, duda o incertidumbre en sus rápidas respuestas, como si su cerebro estuviera programado para todos los interrogantes que le hicieran. Educada, distante, lista, implacable, con aplomo. Sabiendo que la persona que la entrevista buscará su yugular, intentará que la líder de la extrema derecha francesa dé un paso en falso en su discurso y en su gestualidad, se derrumbe su máscara democrática y los progresistas espectadores veamos finalmente la auténtica naturaleza de la ogra. Hablo de la presencia hace un tiempo de Marine Le Pen en el programa El objetivo. En el cual hubo momentos especialmente tensos como cuando la elocuente hija de aquel antiguo torturador de argelinos que tenía tan clara la identidad de los verdaderos franceses, responde a su entrevistadora con una pregunta personal. Están hablando de la inmigración. Después del fuego cruzado, Le Pen pregunta insistente y arteramente a su interrogadora: ¿Madame, usted ha llevado alguna vez a ese tipo de inmigrantes a vivir con usted a su casa?
Y da mucho miedo la civilizada apariencia de un mensaje siniestro. Semanas más tarde veo imágenes de gente que hace cola para recibir bolsas de alimentos. Y cuando les entrevistan los agraciados por ayuda tan imprescindible y humana cuentan con argumentos incuestionables que sus filántropos son los únicos que se han preocupado por ellos, que les regalan lo que más necesitan, y consecuentemente, les votaran a ellos. Esa generosidad, esa conciencia social, ese humanismo practicante, esa preocupación hacia el prójimo más desvalido y resuelta con la práctica, la encarna el partido de ultraderecha España 2000. Bueno, el prójimo no incluye a todos los habitantes de ese barrio depauperado. Solo a los que demuestren con su carné que son españoles. Nada para el 30% de la población de ese suburbio que son extranjeros. Ningún alimento gratis para el negro, el moro, el sudaca, los pobres de cualquier parte que han venido donde nadie les llamaba. Al fin y al cabo, tampoco pueden votar.
Y la presunta izquierda creando un cisma entre ellos por su selectiva ayuda a los menesterosos, a los que necesitan un techo. Otorgándoselo a los de la Corrala Utopía a costa de que sigan esperando los de la lista de espera. ¿Funciona ahí también el enchufe? Y el facherío partiéndose de risa.
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