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Columna
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¿Callar?

En las últimas décadas nadie habla de Brecht y es altamente dudoso que la gente que tiene menos de 40 años le conozca

Carlos Boyero

Durante los años setenta el nombre de Bertolt Brecht era inevitable en cualquier conversación del progresismo ilustrado. Las innumerables citas sobre lo que había escrito y sobre su figura podían llegar a ser mareantes. Él, por supuesto, no tenía la culpa de que le hubieran puesto de obsesiva moda, de que todo dios recurriera a su pensamiento, sus poemas, su teatro, para explicar no ya los sórdidos mecanismos del capitalismo o del nazismo, sino también la naturaleza del universo.

Y, de repente, llegó el silencio sobre persona y artista tan significativo. En las últimas décadas nadie habla de Brecht. Es altamente dudoso que la gente que tiene menos de 40 años le conozca. Y es lamentable. Vuelvo a leer con estremecimiento su poema A las generaciones futuras. Dice cosas como estas: “En verdad, vivo en tiempos sombríos. / La palabra ingenua es insensata. Una frente lisa / revela insensibilidad. El que ríe / no ha recibido la terrible noticia. / ¿Qué tiempos son estos / en los que hablar de las flores es casi un delito / porque implica callar sobre tantos crímenes?”.

Pensé en lo que contaba Brecht sobre aquellos tiempos tan duros al escuchar a Millás en la entrevista que le hicieron en el programa La Sexta noche. Contaba que le gustaría utilizar sus columnas en el periódico para hablar de temas que le intrigan, imagino que de los misterios de la vida cotidiana, pero, en vez de ello, escribe sobre el actual estado de las cosas porque olvidarlo sería demasiado irresponsable. ¿Cómo no voy a entenderle? Pero también es comprensible que Leila Guerriero, esa señora que durante el último verano escribió en este periódico cinco desasosegantes e impagables columnas sobre la complejidad de los sentimientos, decida en su ultimo artículo que le resultaría más fácil hablar de Rajoy, de Bachelet o del aborto en España, pero se niega. Lo que le interesa en ese momento es escribir sobre un amigo alcohólico que agoniza en un hospital de Buenos Aires.

Habrá que seguir hablando de ellos, de esa casta que se está movilizando y repitiendo viejas y cansinas mentiras para que los ciudadanos les voten en las próximas elecciones. Y el Gobierno machacando con que han salvado a España de la ruina. Los que jamás estuvieron en peligro, los de siempre, asienten.

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