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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Magos

Mi vecino, que no conduce, también se queja de que el dinero de sus impuestos se vaya a carreteras que no usa, pero tratamos de convencerle de que el esfuerzo fiscal de un país ha de ser compartido

David Trueba
EL PAÍS

Al informe de la comisión Lagares para una futura reforma fiscal se le pide magia, por eso me llamó la atención un artículo del profesor del IESE, Díaz Giménez, publicado en este periódico. Entre otros ahíncos para que la fiscalidad fuera más exigente con los ciudadanos, afirmaba lo siguiente: “A pesar de que soy un gran consumidor de comedias, magias y títeres, nunca he entendido por qué algunas sociedades se empeñan en subvencionar a sus cómicos, a sus magos o a sus titiriteros con las rentas de los ciudadanos a los que no les interesan estas actividades”. Un profesor de economía debería saber que ningún mago o titiritero recibe subvención del Estado, eso sí, podría ser que alguna de las empresas que los emplea recurra a esta ayuda en caso de que exista.

Recurrir al tópico que castiga desde hace dos décadas a las artes escénicas intenta ocultar que el estado inyecta dinero en muchas industrias, seguro que demasiadas, con la idea de fomentar el empleo. En el sector del automóvil, invertimos cientos de millones del plan Pive para cambiar de coche, o subvencionamos de manera directa a fabricantes, gracias a lo cual Peugeot España se alzó el año pasado como la empresa más subvencionada del país. Pero quizá pocos se atreven a sustituir el recurso a magos y titiriteros, que tanto brilla en el articulismo nacional, por la frase “nunca he entendido por qué algunas sociedades se empeñan en subvencionar a sus vendedores de coches con las rentas de los ciudadanos a los que no les interesan estas actividades”.

Mi vecino, que no conduce, también se queja de que el dinero de sus impuestos se vaya a carreteras que no usa, pero tratamos de convencerle de que el esfuerzo fiscal de un país ha de ser compartido incluso para rescatar al sector bancario. Es dañino empujar a una reforma fiscal para que fomente el agravio entre sectores. Puede que los magos sean prescindibles, pese a que hacen sonreír a los padres cuando ven a sus hijos con la boca abierta. La realidad económica suele ser inversa, logra hacer llorar a los niños que ven a sus padres con la boca abierta. La economía española parece necesitar, por encima de todo, justicia distributiva y transparencia en sus análisis.

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