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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Monumento

El único estacionamiento de recarga para coches eléctricos que conozco en la capital de España lleva cinco meses fuera de servicio.

David Trueba

En general los monumentos se erigen para guardar memoria de algún personaje o acontecimiento destacado. Pero hay también otro tipo de monumento que surge de manera espontánea, más por azar que no tanto por empeño institucional. El único estacionamiento de recarga para coches eléctricos que conozco en la capital de España lleva cinco meses fuera de servicio. Está lleno de pintadas sobre el letrero adhesivo que recuerda que no se puede utilizar por razones momentáneas. En general la gente sigue respetando la reserva de espacio, por si un día va y se arregla solo. Lo flanquean dos señales que avisan de la prohibición de estacionarse y limitan el tiempo de recarga a menos de tres horas. Junto al aparato se erige un mazacote de cemento, que es la aportación nacional a las altas tecnologías, siempre un pegote descuidado y sonrojante que nos recuerda que no somos país de sofisticaciones.

Con el paso del tiempo ese expendedor abandonado se ha convertido en un monumento. Como está situado a escasos metros de la Dirección General de Tráfico tiene además un valor simbólico. Es decir, que suma todos los elementos necesarios para ser considerado visitable. Aún no lo incluyen guías turísticas ni touroperadores, pero más que nada porque en general museos y efigies hacen referencia al pasado y este cenotafio es una referencia al futuro. Sí, porque el elemento educativo, indispensable en todo monumento, en este caso nos ayuda a comprender que el futuro es una propuesta fallida y abandonada, un guiño de modernidad que se quedó empantanado y ajado.

Resulta coherente que en la legislatura en que renunciamos a las energías limpias, que abandonamos todo avance en producción de renovables y hasta fue boicoteada por ley la posibilidad de que los particulares incorporaran a sus domicilios los avances ecológicos que en otros países civilizados se defienden y fomentan, levantemos un monumento a tanta desidia. La factura de la luz, que tuvo sus cinco minutos de gloria, indignación e intervención estatal para coronar su década prodigiosa de permanente subida, podría sumarse a este descerebrado homenaje a la chapuza. Los que han visto el futuro dicen que es igual que el presente pero con un cartel de fuera de servicio puesto encima.

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