'Kinsey y yo': una clásica de la novela negra al desnudo
Hay libros cuya publicación es esperada por unos aficionados incansables pero que también es bien recibida por los lectores ávidos de novedades. Kinsey y yo, Sue Grafton (Tusquets, traducción de Victoria Ordóñez Diví) es uno de esos casos. Con un tono sencillo y directo, Grafton (Louisville, Kentucky, 1940) demuestra por qué es una de las grandes damas del misterio, una mujer con espacio propio y muy destacado dentro de la literatura criminal.
La creadora de Kinsey Millhone nos cuenta su relación con la detective californiana, sus inicios en la escritura, su relación con dos padres alcohólicos a los que luego echó mucho en falta y que la marcaron en lo personal y en lo literario.
Un libro sincero, que incluye además varias reflexiones sobre el género y un conjunto de relatos que a veces parecen ingenuos pero que rebosan ironía, ritmo y diversión.
Grafton comienza a diseñar a Millhone, a pergeñar esa aventura larga en la que escritora y personaje se mezclan, se confunden y se retroalimentan a los 18 años, cuando empezaba también a mirar de frente al futuro, a buscarse y a ganarse la vida. Las dos se parecen y toman cosas la una de la otra a lo largo de las 21 novelas que van desde A de Adulterio (en inglés A is for Alibi, me encanta cómo han encontrado una buena traducción para cada letra) hasta V de venganza, todas ellas editadas por Tusquets en España (en EE UU ya está también W is for Wasted). La propia autora lo explica mejor que nadie:
“Si bien nuestras biografías difieren, nuestro enfoque vital es el mismo. Como he dicho en otras ocasiones, creo que somos un alma con dos cuerpos, y ha conseguido el bueno. Los detalles acerca de su vida suelen ocurrírseme en el mismo momento de escribir. A menudo tengo la impresión de que me observa por encima del hombro y me susurra alguna cosa al oído, me da un ligero codazo y me hace comentarios subidos de tono. De ella proviene el humor, así como las observaciones ácidas y la ternura que se cuela a veces en la narración. Kinsey es un ser maravilloso de cuya creación sólo puedo atribuirme un mérito parcial, aunque probablemente ella se atribuye todo el mérito de lo bueno que puede haber en mí. Me divierte pensar que he inventado un personaje que ha acabado manteniéndome, y estoy segura de que a ella le divierte saber que seguirá viva mucho tiempo después de que yo me haya ido, confío en que disfrutéis de su compañía tanto como he disfrutado yo”.
Los relatos sitúan a Millhone con 32 años, es decir, la edad que tiene al principio de la serie y en el mismo contexto: la localidad californiana de Santa Teresa en la década de los ochenta. Esto implica que no hay nada de CSI, nada de móviles, nada de nuevas tecnologías. En un mundo lleno de violencia y con personajes tan oscuros y tan al límite de la ley cuando no directamente al otro lado (y que tanto celebramos aquí cuando son buenos), Kinsey puede parecer blanda e ingenua. No se confundan. Es una mujer decidida y fuerte, que siempre trata de ser justa, un personaje muy sólido y apasionante. Descubrir algunos entresijos sobre su creación (cómo eligió el nombre, por qué ese coche y no otro) enriquecen al fan. Si las novelas son muy entretenidas (es difícil quedarse con una, pero si me veo obligado elijo K de Kinsey) la distancia corta le sienta genial. Los relatos son ágiles, con una estructura muy clásica, alguna sorpresa y, sobre todo, muy divertidos.
“Si bien nuestras biografías difieren, nuestro enfoque vital es el mismo. Como he dicho en otras ocasiones, creo que somos un alma con dos cuerpos, y ha conseguido el bueno. Los detalles acerca de su vida suelen ocurrírseme en el mismo momento de escribir. A menudo tengo la impresión de que me observa por encima del hombro y me susurra alguna cosa al oído, me da un ligero codazo y me hace comentarios subidos de tono. De ella proviene el humor, así como las observaciones ácidas y la ternura que se cuela a veces en la narración. Kinsey es un ser maravilloso de cuya creación sólo puedo atribuirme un mérito parcial, aunque probablemente ella se atribuye todo el mérito de lo bueno que puede haber en mí. Me divierte pensar que he inventado un personaje que ha acabado manteniéndome, y estoy segura de que a ella le divierte saber que seguirá viva mucho tiempo después de que yo me haya ido, confío en que disfrutéis de su compañía tanto como he disfrutado yo”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.