El ‘show’ canibaliza la información
‘Informe semanal’ pierde el 44% de la audiencia en su nueva ubicación
La televisión contribuye a crear hábitos de vida cotidiana y, a su vez, el medio se adapta a los patrones de comportamiento de los espectadores. En España, como en otros muchos países, se come y se cena con el telediario. Los sábados, además, un millón de personas tenía la costumbre de sintonizar por la noche Informe semanal, un programa con 40 años de acreditada historia a sus espaldas, multipremiado y reconocido como una marca propia de la televisión pública. Pero el cambio horario no le ha sentado bien. En su nueva ubicación, entrada ya la madrugada, ha perdido el 44% de la audiencia. El sábado pasado, el primero desplazado a galeras, fue visto por una media de 601.000 espectadores (5,3% de cuota de pantalla) mientras que en la edición de la semana anterior logró 1.074.000 (7,4%). A su paso, el domingo, por el canal 24 Horas, sumó otros 148.000 espectadores (0,7%).
Decidida a ganar audiencia a toda costa, Televisión Española ha optado por anteponer el espectáculo a la noticia, el show a la información. El concurso Uno de los nuestros, puro entretenimiento fácilmente digerible, ha sido el culpable de la migración de Informe semanal a horas intempestivas. El reality que busca un cantante aficionado para formar parte de una orquesta de músicos profesionales acaparó la atención de 1.812.000 personas (12,1%). TVE celebró ayer los datos del programa presentado por Carlos Latre: Representa una “mejora 4,8 puntos y 780.000 espectadores en la franja de emisión respecto a los sábados anteriores”. Golpe a los periodistas de la cadena.
Los telediarios han ganado también audiencia gracias a su emisión simultánea a través de La 1 y del canal 24 Horas. Hasta ahora se ofrecían con un ligero decalage. Esta redifusión permitía al público engancharse a los dos principales noticieros a las 15.30 y a las 21.30, respectivamente. TVE justifica la unificación: “La razón es sencilla. Se trata de primar en el canal 24 Horas la información siempre en directo. Antes había entre 25 y 30 minutos en los que no se podía dar noticias actualizadas”. Muchos espectadores, acostumbrados ya a tener una segunda ventana para ver el telediario, han expresado su descontento con la fusión horaria.
Tampoco el detardamiento de Informe semanal ha recibido aplausos entre sus seguidores. Al margen de los contenidos —la polémica ha salpicado reportajes sobre el caso Bárcenas o los escraches, duramente criticados por los partidos de la oposición, los profesionales de la cadena e incluso de la defensora del espectador de RTVE— el programa se ha visto perjudicado en los últimos meses por el horario. El director de Informativos, Julio Somoano, amplió la duración del telediario de noche a costa de Informe semanal, una operación que tuvo un impacto negativo en la audiencia del formato de reportajes.
El desplazamiento a las puertas de la madrugada ha sido la puntilla. “Moverlo de horario es la consecuencia, no la causa”, asegura el periodista y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha Juan Luis Manfredi. “La gente valora la televisión de calidad, pero es muchísimo más barato poner la serie CSI o un reality que un programa de reportajes elaborados con tiempo. El problema es que la televisión pública ha dejado de ser una televisión de servicio público para convertirse en propaganda”, dice.
La caída de la audiencia ha sido la coartada perfecta para mover a la madrugada el veterano espacio. Aunque detrás de este cambio fuentes de Torrespaña aseguran que se esconden “guerras internas”, entre el jefe de los Servicios Informativos y el director de Informe semanal, Jenaro Castro. “Oficialmente se ha vendido el retraso en la parrilla como una manera de ampliar los contenidos. Pero en otros tiempos duraba 70 minutos y ofrecía cuatro y hasta cinco reportajes por edición”, explican. Añaden que Somoano “no se atreve a destituir a Castro” porque una acción de ese calibre podría provocar serias protestas dentro del propio Partido Popular. Aunque marginar un programa con una dilatada historia hasta hacerlo casi invisible es también un severo castigo. Incluso si se enmascara con el pretexto de la audiencia.
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