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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vuelta al cole

Al arrancar el año escolar nos topamos con las dificultades de los centros para tener listos los horarios, tejidos entre recortes y negativas de medios

David Trueba
Primer día colegio en infantil y primaria en la Comunidad de Madrid. Alumnos en el colegio Reina Victoria de Madrid
Primer día colegio en infantil y primaria en la Comunidad de Madrid. Alumnos en el colegio Reina Victoria de MadridSamuel Sánchez

El curso ha empezado con una bofetada humillante con guante francés. Los quince puntos de la carta de laicidad de la educación pública del país vecino reflejan sin hipocresía una apuesta abierta por la formación en libertad, atendiendo a la exigencia de un mundo donde ya no es posible premiar a unas religiones sobre otras. Lo más relevante es que concede a las aulas la importancia que merecen. Forman a los ciudadanos de un país futuro. En España seguimos tirándonos de los pelos porque la sociedad no es nunca lo que quisiéramos que fuera, pero no atendemos a la matriz escolar, lugar de origen de todos los problemas, desigualdades y fracasos futuros.

Pero si Francia es un espejismo inalcanzable, nuestra realidad es que en verano asistimos, sin demasiado escándalo, a la apertura de comedores para atender necesidades básicas alimenticias de niños en varias regiones. El hambre es un viejo conocido, pero nunca creímos que estuviera tan cerca. Al arrancar el año escolar nos topamos con las dificultades de los centros educativos para tener listos los horarios, tejidos entre recortes y negativas de medios, un verdadero encaje de bolillos que en la práctica está retrasando el inicio de curso, algo que a los padres no parece preocupar demasiado. Sobre todo si juzgamos esa imagen que difunden los medios al comienzo del curso, donde los padres solo aparecen para contar lo felices que están de sacarse a sus hijos de encima tras las vacaciones.

Seguro que habrá padres que agradecerían ser alertados de las dificultades del centro al que envían a sus hijos. Y aún sería mejor conocer su opinión general al saber que este año las clases con cuarenta alumnos serán una opción organizativa. Mientras tanto prosigue la certeza de que funcionan las listas negras desde las autoridades educativas madrileñas, con directores sancionados y perjudicados tan solo por expresar ante la prensa sus críticas, sus peticiones, sus necesidades, cuando no sencillamente por movilizarse en defensa de los derechos de la educación pública. Puede que la fatiga termine por concedernos la paz escolar, pero detrás de esa paz se esconde la degradación y la desigualdad como norma. Pero a los informativos les basta con esa fiesta algo forzada al grito de Vuelta al cole.

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