La sentencia de Atahualpa
Entre los confundidos con Twitter debe estar la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez.
A principios de los años 70 los amigos de Atahualpa Yupanqui, el célebre trovador argentino, se reunían con él para oírle hablar en el Café Gijón. Hablaba poco, nada. Un día parecía que al fin iba a romper a decir algo y eso desató la reverencia de sus devotos. Uno de ellos había referido un suceso que llamó su atención y el maestro añadió a su ademán unas palabras. Dijo: "Eso demuestra que en este país el que la hace la paga".
Aunque mejor, así suele contar Manuel Vicent ese sucedido que tan bien retrata a Atahualpa y a los que son célebres por no decir nada. En un tiempo, no decir nada daba vitola de sabio: no habla, pero lo llaman maestro, se decía en el famoso chiste de los tres loros. El que no hablaba valía una fortuna.
Ahora ocurre lo contrario: el que no habla es que no tiene Twitter. Y ha llegado a ser tan famoso ese sistema de comunicar breverías que ya circula sobre él una mitología que prolonga su existencia y su importancia hasta extremos que no merece ni, probablemente, busca. Entre los confundidos con Twitter debe estar la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, que ha confundido, a mi entender, el culo con las témporas y ha soltado esa parrafada suya que ahora incendia (eso se dice así) las redes sociales.
Las ha incendiado y las ha alimentado. Desde luego que en Twitter hay mucha gente comunicando (pues, como dijo Sol Gallego en una muy recomendable conferencia, es un modo de comunicar) cosas interesantes para alertar a otros de lo que se dice o de lo que sucede; pero es también un nudo de víboras y un nido de vituperios. Es un guirigay increíble que tiene, en esos extremos, el valor que se le quiera dar. Ahora la señora Martínez tiene su merecido porque ha metido la cuchara en un plato que desconoce. A ella le pasará factura la tormenta.
Peor es la tormenta que se produce en los medios de comunicación que no son Twitter y que se supone que no se tendrían que dedicar a abreviar el pensamiento, pero que viven como si los inspirara Twitter. Ahí han creído que haciendo caso de lo más retuiteado, alargando polémicas de nada, pueden montar indefinidamente programas en los que casi todo lo que se dice se podría decir, ay, en 140 caracteres o, lo que es lo mismo, en la sentencia de Atahualpa. Hoy llevarían a Atahualpa y lo echarían por incompetente.
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