Esa televisión de todos
Me pregunto para qué necesita Somoano a los intelectuales de Urdaci si puede recurrir a sus antiguos colegas de Telemadrid
Leo en los rótulos del Telediario 1 de ayer: “Seis detenidos y nueve agentes heridos”. Al parecer, resumen lo que ha ocurrido en las cercanías de la sede del PP después de que dos mil personas ociosas que habían sido convocadas a través de las subversivas redes sociales fueran a darles la bronca al transparente, incorrupto y ejemplar partido que gobierna heroicamente la existencia de los españoles. Pero en las imágenes que plasman ese asedio y en las que presuntamente los bárbaros han herido a nueve agentes del orden y por lo que habrán sido lógicamente detenidos, veo la cabeza calva y chorreando sangre de un señor vestido de calle y a otro que parece estar cerca de la ancianidad en idénticas circunstancias, con su rostro y su cabeza machacadas a conciencia. Y ateniéndome a la veracidad de esos rótulos me pregunto si esa gente con cuya anatomía las porras o los puños de sus irritados enemigos han decidido jugar al ping-pong eran policías infiltrados, agentes de la ley y el orden, esas cosas. Pero juraría que no, que los que han sido masacrados pertenecen a la jauría humana que pretende dudar de la honorabilidad de ese partido que se rompe el alma por sacar de la ruina al desagradecido populacho. La información y las imágenes están ferozmente divorciadas. Alguien se la va a cargar.
Siempre recordaré con nostalgia aquellos tiempos franquistas y felices en los que durante alguna manifestación rojeras los acorralados policías se veían obligados a disparar al aire y esas balas después de rebotar en el cielo se incrustaban milagrosamente en el cuerpo de algún manifestante irresponsable. Al menos, eso contaban en el telediario. Y el telediario nunca miente.
Leo en el periódico algo tan sesgado pero también alentador como que vuelve a TVE el equipo del inolvidable Urdaci, aquel épico guerrero aznariano que según las últimas noticias ha terminado ejerciendo de director de comunicación, o jefe de prensa, o asesor (me hago un lío con esos cargos) de ese empresario modélico conocido como El Pocero. Y me pregunto para qué necesita Somoano a los intelectuales centuriones de Urdaci cuando podría traerse a su nuevo reino a sus antiguos colegas de Telemadrid, la tele más legendaria en la implacable guerra contra el mal. Pero claro, aquellos combatían por Esperanza y estos deben salvar a Rajoy. Sobre todo, de Esperanza.
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