Polaroid
Hace años asistimos al ocaso de la fotografía Polaroid, pero el empeño estético de muchos consumidores la mantiene viva y logra regenerarla en nuevas apuestas
En Estados Unidos se financian, con dinero público, proyectos de investigación. A menudo, los vendedores de las políticas neoliberales ocultan hasta qué punto la Administración norteamericana se involucra en las actividades científicas y culturales de su país. Los avances creativos, por caprichosos que sean, siempre generan una historia de permanencia y evolución bien interesante. Como en la energía, nada muere sino que se transforma. Hace años asistimos al ocaso de la fotografía Polaroid, pero el empeño estético de muchos consumidores la mantiene viva y logra regenerarla en nuevas apuestas. El inventor de la Polaroid también fue un hombre que disputó entre las universidades de Harvard y Columbia el interés por su patente.
Tras la II Guerra Mundial, Edwin Land encontró la manera de positivar una fotografía al instante, sin esperar al revelado, utilizando papel sensible. Y, si la leyenda no engaña, el primer lanzamiento de apenas una cincuentena de cámaras se agotó en un solo día durante la Navidad de 1948. Land, que nunca dejó de trabajar en proyectos para el Estado y la inteligencia militar, se convirtió en uno de los míticos inventores del siglo XX. Steve Jobs lo reivindicaba como una de las grandes influencias de su vida, porque no se limitó al trabajo de laboratorio, sino que se involucró en la comercialización de su invento y trastocó la memoria estética del tiempo en que le tocó vivir.
La tecnología de la imagen condiciona su época. Así el sepia, el blanco y negro, el primer color o el Polaroid nos hacen viajar en el tiempo. Televisión y cine establecieron una visión de su siglo distinta de la que dejó la pintura renacentista. En 1991, cuando Land falleció, Polaroid eran un saldo para nostálgicos de la instantánea. Desde entonces, los que vaticinaron su desaparición se han equivocado, como lo hicieron antes lo que aseguraron que el super 8 moriría o los que hoy dicen que el cine en 35 mm será suprimido por el digital o que el color arruinaría el blanco y negro y las grabaciones musicales terminarían con los conciertos en directo. La resistencia estética es la única probada perpetuación de la tecnología, porque apela a las emociones, la memoria sensorial y la fidelidad del ojo a la veracidad de cada época.
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