La Voz
A menudo mostrar cierta resistencia a la costumbre del doblaje te expone al resentimiento de sus profesionales
A menudo mostrar cierta resistencia a la costumbre del doblaje te expone al resentimiento de sus profesionales. En España gozamos de grandes voces para el doblaje, lo que no significa que la implantación excesiva de esa costumbre sea del todo saludable. De tanto en tanto la comparativa con otros países que exponen a sus ciudadanos a las lenguas ajenas en su televisión y cine nos deja en mal lugar. La desaparición de los cines que proyectan películas subtituladas evidencia que el futuro no va a ser mucho mejor. Son batallas colectivas que se han perdido, sin resistencia, quedan por tanto solo los triunfos individuales, de aquellos que escojan para sí un camino algo diferente al del rebaño.
En la muerte de Constantino Romero no puede dejar de hablarse de las grandes voces. Muchas de ellas crecidas en la edad dorada de la radio, cuando de fondo siempre se escuchaba un transistor. Constantino Romero tenía ese don prodigioso y al final fueron los concursos televisivos los que más se beneficiaron de aquel timbre bajo y resonante, donde cada vez que él proponía una pregunta parecía ser Dios quien te recordaba que El tiempo es oro. En dos funciones de Mario Gas brilló el actor poderoso. En La ópera de los tres peniques y Sweeney Todd, aquel barbero satánico de Fleet Street, que hoy se queda en entrañable perverso de Sondheim al crecer cada año la capacidad del ser humano para agrandar los límites del mal, como en el reciente caso del secuestrador de adolescentes de Cleveland.
Su voz fue también la versión española de Darth Vader, el rey León, de Clint Eastwood, de Schwarzenegger diciendo “Hasta la vista, baby” o el replicante rubio que hablaba de lágrimas en la lluvia en el final de Blade runner. A todos ellos les correspondió ese contrabajo humano donde reconocíamos la autoridad y la fuerza. En la muerte de Constantino Romero desvelamos que su voz estaba detrás de ellos, subiendo el telón para mostrarlo como en Cantando bajo la lluvia. Puede que algún día, cuando les llegue la hora a Schwarzenegger o Rudger Hauer descubramos también sus marcados acentos europeos en el original en inglés y se desvele el secreto de que alguna gente en otros lugares habla otros idiomas.
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