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OPINION
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Intimidad

A casi todos nos embarga el contento porque no se haya perpetrado la infamia de imputar a una Infanta de las Españas

Carlos Boyero

Qué alegría de vivir, qué sonrisa exultante, qué sensación de tranquilidad, después de que la tempestad la hubiera amenazado de lejos (de lejísimos, en realidad), mostraba en la fotografía de portada que publicó este periódico una señora rubia, con cuidada melenita y gafas oscuras, después de que le retiraran la imputación en los delincuentes negocietes de su marido. Sus salvajes acosadores también pretendieron algo tan intolerable como vulnerar su sagrada intimidad pretendiendo enterarse de sus datos fiscales. Y al igual que Margallo, a casi todos nos embarga el contento porque no se haya perpetrado la infamia de imputar a una Infanta de las Españas, título natalicio cuyos atributos divinos están más allá del bien y del mal. Lo único que nos puede reconfortar es que el escribano de los discursos reales nos evitará en el futuro el fatigoso chiste de que la justicia es igual para todos.

Hay más historias graciosas esta semana, como la de que a un guatemalteco killer de indios le acaban de condenar a 80 años de cárcel. El genocida tiene 86. La lógica asegura que no los cumplirá. También es posible que por piedad hacia su ancianidad le conmuten el castigo y se quede en su casita. Qué manía, qué ganas de calmar la indignación popular haciéndonos creer con tantas, surrealistas, incumplibles condenas que los malos sufrirán trullo, castigo, llanto y crujir de dientes hasta el último día de su abominable existencia. Por si acaso, cuentan que la derecha de Guatemala ya ha descifrado el enigma de que hayan condenado a estas alturas a su venerado genocida: “El juicio ha sido una farsa inspirada por la conspiración marxista”. Todavía no se han enterado de que hace mogollón de tiempo que el fantasma de Marx ya no recorre ningún lugar, que entre todos le traicionaron (empezando por los marxistas desde que tomaron el poder, esa cosa tan poco revolucionaria) y él solo se extinguió.

Leo que andan escandalizados en China porque han descubierto que la nieta de Mao posee una de las mayores fortunas del país. Normal. Imagino que el Gran Timonel, además de marxista y ascético, sentía una preocupación especial por el futuro de su familia. Como todos los timoneles, como todos los salvapatrias.

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