Gestos
La amenaza de una guerra absurda en Corea es una antigualla. Hoy se comunica con gestos, como el Papa. La antipolítica engendra raras criaturas: Colau, Grillo
¿Ha estado de vacaciones? Mis felicitaciones. ¿Se ha perdido algo? Si no se ha consumado el infierno nuclear que anuncia Corea del Norte, no demasiado. Salvo que usted sea chipriota, claro, pero no se iba a ir de vacaciones con su dinero atrapado en el corralito. Algunos se creyeron que el tercer Kim norcoreano iba a ser diferente porque estudió en Suiza, sacó en televisión a Mickey Mouse y se le veía en público con su mujer. Ha tardado poco en seguir la tradición de los Kim: amagar con una guerra absurda para lograr alguna ayuda a ese régimen hermético que dicta a los suyos hasta qué peinados pueden llevar.
Es un estilo anticuado, de principios de la guerra fría. En este mundo conectadísimo todo es comunicación. Lo que vemos en la tele o en mil pantallitas no siempre es verdad, pero es un mensaje. En Venezuela perdieron a un mago del populismo y su delfín viste igual chándal pero no tiene su tirón.
Los jueces compiten por los sumarios y por chupar cámara, desde el que llega en una motaza a la que va siempre con una maleta porque pasa noches enteras escribiendo autos. Los paganos de la crisis exigen su cuota de pantalla. Ya no hay indignados por todo, sino indignados por cada cosa. Los escraches de los desahuciados inquietan a muchos y enfurecen a medios de la derecha donde llaman nazi a Ada Colau, pero gozan de cierta comprensión en la calle porque cuesta pedir al que perdió la casa que evite molestar frente a la tuya. Los engañados con las preferentes también afean al poder su insensibilidad.
La antipolítica genera extrañas criaturas, como Beppe Grillo. El bufón hace falta desde que en la antigüedad tenía licencia para decir al rey lo que nadie se atrevía a decirle. Un bufón en campaña es un imán para el voto cabreado; un bufón sentado en el escaño para bloquear cualquier solución es otro ingrediente del problema.
Esa misma Roma tiene un papa que comunica a golpe de gestos: rechaza la residencia y el papamóvil blindado, no calza zapatos rojos, se tira a besar los pies de presos, reza en el suelo. Le queda mucho para probar que es distinto; su lenguaje ya lo es. Ya no confiamos en que nos den soluciones, así que agradecemos los gestos. Pensar que les importamos.
Del joven Kim dependerá que tras esta semana de pasión no venga el apocalipsis.
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