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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Evocación

El éxito de audiencia de la serie La Biblia, adquirida por Antena 3 al History Channel, nos recuerda que el hombre es un animal de costumbres

David Trueba
Imagen de la serie 'La Biblia'.
Imagen de la serie 'La Biblia'.Joe Alblas (AP)

El éxito de audiencia de la serie La Biblia, adquirida por Antena 3 al History Channel, nos recuerda que el hombre es un animal de costumbres. Así como en Semana Santa uno no puede rechazar las torrijas, vengan de quien vengan, tampoco los telespectadores se pueden resistir a una nueva versión de los materiales bíblicos. Pero bastaba enfrentarse a la visualización de episodios tan potentes de la narración bíblica como la destrucción de Sodoma o el sacrificio de Abraham de su propio hijo para entender que los autores de la serie carecían de la virtud de la sugerencia. Los ángeles enviados por Dios para destruir la ciudad del pecado respondían al patrón del cine de artes marciales, incluso uno era de rasgos orientales, delatando más abuso de esteroides que de lectura sugerente. Como si Dios a estas alturas necesitara vender merchandising o imponerse en una tertulia de cotilleo a gritos, los creadores, Mark Burnett y Roma Downey, que se reserva el papel de María Madre, provienen de la producción de realities y tratan de hacer comulgar la ficción religiosa con su idea de televisión.

 La carencia de poder evocativo entablaba una riña con el material original. La Magdalena de Proust pretendía hacer despertar la sensibilidad del lector con la certeza de que tras las cosas perdidas queda un olor y un sabor en el recuerdo, como si fueran almas. El autor buscaba que los lectores no fueran tanto lectores de su libro como lectores de sí mismos. En su detallismo minúsculo provocaba que las rememoraciones funcionaran como un cristal de aumento que el espectador aplicara sobre su interior. Por todo ello la plasmación bíblica resultaba un ejercicio de charcutería televisiva, de clímax en clímax sin capacidad para plantear una emoción más duradera que tres segundos de música de lata saturante.

La Biblia es un libro víctima del éxito de sus fragmentos. Algunos oscilan entre el salvaje integrismo o la delicada metáfora de uso formativo. Hasta Robert Crumb nos ofreció una precisa versión en cómic del Génesis con mayor delicadeza que este docudrama fatigoso. Esa es la diferencia entre un mercachifle y un narrador. Donde uno ve una fogata divina, el otro, Proust, por ejemplo, observa que el fuego habla siempre sin esperar respuesta.

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