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CRÍTICA
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La Biblia acelerada

Contar la Biblia en diez horas era misión imposible aunque la audiencia acuda en masa. La serie no tiene la emoción de los antiguos libros ni la de las películas clásicas

Ricardo de Querol
Abraham lleva a su hijo Isaac al sacrificio en una escena de 'La Biblia'
Abraham lleva a su hijo Isaac al sacrificio en una escena de 'La Biblia'

Hay peliculones basados en esa fascinante colección de libros antiguos que es la Biblia. Ben-Hur, Los diez mandamientos, La túnica sagrada o Sansón y Dalila fueron concebidas desde la fe pero sobre todo desde la épica, en la edad dorada de las grandes producciones de Hollywood. Según avanzó la secularización el cine fue dando de lado al Antiguo Testamento y se centró en versiones menos ortodoxas del Nuevo, desde el mesías jipi de Jesucristo Superstar al atormentado de La última tentación de Cristo, pasando por el sadismo devoto de Mel Gibson en La pasión.

Esas películas funcionaban porque exprimían una historia entre las cerca de 75 escritas durante más de mil años. Contar la Biblia de un tirón en diez horas es mucho más complicado, algo así como explicar la teoría de la relatividad en una cuartilla. El intento se llama La Biblia, la miniserie estrenada este lunes en Antena 3, y no es obra de los estudios clásicos sino del History Channel. Del poderío de la televisión por cable da idea el presupuesto de 22 millones de dólares. El público ha respondido tanto en EE UU como en España, donde el lunes fue lo más visto del día y reunió a casi 3,9 millones de espectadores, cifra notable en época vacacional.

La Biblia no es cine. A ratos parece un documental dramatizado marca de la casa, y no solo porque escuchemos a un narrador. La producción no brilla para el dineral invertido, con el que otros harían maravillas. La ambientación es solo correcta, los efectos especiales muy modestos y los personajes no acaban de ser creíbles en su cuarto de hora escaso en pantalla. Adán y Eva o Noé ni llegan a eso y pasan como ráfagas. Obligados los guionistas a detenerse en tantos episodios, algunas tramas quedan resueltas en pocos minutos sin profundizar en figuras que darían mucho más de sí.

Lo que no se puede negar a La Biblia es la honestidad de atenerse a las fuentes. Los autores han consultado con historiadores y teólogos, y añaden poco de su cosecha. Si acaso hacen concesiones al espectáculo como esos combates de espadas filmados al estilo Spartacus. La fidelidad incluye mostrarnos sin tapujos en los primeros capítulos al Dios temible que arrasa Sodoma y Jericó o acaba con los primogénitos de Egipto. Podía esperarse un intento de edulcorar historias que leídas desde la óptica actual resultan terribles, pero no: Abraham destierra a su primer hijo, el que tuvo con una sirvienta, y está a punto de acuchillar al segundo porque Dios le ponía a prueba, en la escena de más intensidad dramática de la primera entrega. Un Sansón jamaicano pierde las rastas traicionado por su pareja y derriba el templo en atentado suicida. Aparecen varias veces unos ángeles exterminadores con aspecto de caballeros jedi que cumplen su misión derramando sangre ante nuestra vista. En un momento Samuel dice a Saúl: "Dios os lo manda, matad a todos y a todo. Si Dios te dice que salves, salvas; si te dice que mates…".

Desde aquí el relato tendrá que evolucionar hasta el Dios compasivo que predica Jesús de Nazaret, ese que invita a poner la otra mejilla y a amar a los enemigos. Resolver las contradicciones internas, hacer casar los mensajes de escrituras tan diversas, no estaba al alcance de una miniserie, y menos de esta.

En los libros bíblicos se intenta abarcar la historia universal y el sentido de la vida desde el punto de vista del pueblo judío, y en ese recorrido encontramos a guerreros y a poetas, a reyes y a ermitaños, pasiones altas y bajas, todos los extremos de la condición humana. Hay emoción, hay esperanza. La Biblia es una gran obra literaria, atribuya usted su autoría a la inspiración divina o a la sabiduría, hechos y leyendas que acumuló la memoria de un pueblo. Pero La Biblia no es una gran serie. Uno sigue prefiriendo cualquiera de Charlton Heston.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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