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OPINIÓN
Columna
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Responsabilidad

Carlos Boyero
Silvio Berlusconi.
Silvio Berlusconi.GIUSEPPE CACACE (AFP)

Cuenta un señor escandalosamente siliconado que regresa para vencer. Declaración tan enfática te remonta a Julio Cesar, convirtiéndose en un dictador para salvar de la ruina a la afligida Roma. O a Napoleón, después de escaparse de la isla de Elba y lograr que Europa temblara ante la posibilidad de que la batalla de Waterloo fuera el inicio de su nuevo imperio. O sea, te remite a fulanos temibles pero también grandiosos que han marcado la historia de este valle de lagrimas. Pero el hombre que trata de imitarlos desprende el tono de la comedia bufa, podría habitar el mundo de Rinconete y cortadillo si Cervantes hubiera hecho notaría de la Italia de las últimas décadas, consiguió que numerosos de sus delitos fueran prescritos ya que dispuso de poder para cambiar las leyes a su conveniencia, de las siete grandes cadenas de televisión italianas tres eran suyas, otras tres que eran públicas las utilizó consecuentemente como si fueran privadas y la séptima era de un amigo incondicional. Y como los grandes sátiros que ocuparon tronos, utilizó el libertinaje y el puterío (ningún moralismo por mi parte hacia ellos, líbrenos el diablo de la infinita crueldad de los sátrapas puritanos, de los que suplen su nula afición a los placeres de la carne firmando continuamente sentencias de muerte) con certidumbre absoluta de inmunidad y en ocasiones a cargo de los presupuestos del Estado, haciendo de la corrupción no la excepción sino la norma, dejando gravemente enfermo a su país (que ya lo sé , que el nuestro está peor aún) después de su larga y tragicómica jefatura.

Cuenta Berlusconi que su retorno a la política solo obedece a su sentido de la responsabilidad (¿hacia que ente abstracto?, pregunto) y que su ánimo está triste (no hace falta ser experto en patologías para deducir que eso se llama masoquismo, aunque el lo interprete como el destino del héroe) al regresar al servicio público. Con lo fácil que sería estar alegre siendo multimillonario y satisfaciendo todos los placeres del cuerpo y del espíritu.

Solo espero que el retorno del hombre triste a la indeseable cosa pública, sirva para que mi amigo Enric González decida hacer la crónica de esta vuelta. Sus artículos sobre el personaje, o el capítulo que le dedica en sus Historias de Roma son impagables. La sonrisa y la risa estarán garantizadas aunque la noticia sea siniestra.

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