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El arte del mercadillo

La artista Martha Rosler monta su particular rastro en el atrio del MoMA con una 'performance'

Andrea Aguilar
'Meta-Monumental Garage Sale', el rastrillo artístico montado por Martha Rosler.
'Meta-Monumental Garage Sale', el rastrillo artístico montado por Martha Rosler.SCOTT RUDD

La obra más cara jamás subastada, El grito de Edward Munch ha sido prestada al MoMa de Nueva York hasta el próximo mes de abril. Una planta más abajo, en el atrio del museo, Martha Rosler (Brooklin, Nueva York, 1942) subvierte las leyes comerciales y armada con un delantal, bolígrafo y pegatinas va fijando los precios de los cerca de 15.000 objetos que ha logrado reunir para su Meta Monumental Garage Sale, parte del ciclo de performances que este otoño ha organizado el museo. “He ido reuniendo cosas durante bastante tiempo y luego mis amigos y familiares y personal del museo han donado también”, explicaba la artista neoyorquina mientras atendía a los primeros clientes que llegaban a su performance.

Calzoncillos, pisapapeles, fiambreras, una lavadora, un coche, juguetes, libros, discos, álbumes, sillas, cuadros, alfombras, saleros, imanes, vestidos, juguetes y bisutería, la lista de objetos con un cierto toque destartalado que Rosler ha desplegado en el museo desde el 17 de noviembre hasta mañana, es abrumadora. Pero a diferencia de las instalaciones de otros artistas contemporáneos, –abigarradas piezas de objetos domésticos y cotidianos– la recreación de Rosler va un paso más allá: todo está a la venta y se puede regatear el precio con la artista. El dinero recaudado va destinado a beneficencia, pero Rosler se ha resistido a decir cuál porque ha querido evitar que la gente piense que está haciendo una obra de caridad.

En 1973 cuando estudiaba un MFA montó la primera Monumental Gar(b)age Sale en la Universidad de San Diego, que más adelante ha organizado en Londres, Berlín, Rotterdam, Estocolmo y el MACBA de Barcelona, entre otros lugares. En su Nueva York natal la gente no organizaba pequeños mercadillos para deshacerse de objetos y ropa que ya no usaba, simplemente lo sacaban a la acera. “Me impactó la extraña naturaleza de estos eventos, la economía informal y como se implicaba la comunidad en la vida de los vecinos”, explica la artista a la comisaria de performance del MoMA Sabine Breitwieser, en una entrevista publicada en el diario gratuito que acompaña la exposición.

“La relación entre el individuo y el colectivo y la revalorización en una economía, me parecieron muy llamativas y quise llevar el modelo del garage sale a un espacio de exposición de arte, un lugar en el que las preguntas sobre el valor real y el asignado, uso e intercambio, son por un lado puestas en primera línea, y por otro totalmente reprimidas. Quise hacer un trabajo en el que el público no fuera un mero espectador sino que participara a través de su impulso de poseer y de encontrar una ganga”.

Detalle de la 'performance" en el MoMa de Martha Rosler.
Detalle de la 'performance" en el MoMa de Martha Rosler.

Rosler, artista feminista y política, empezó su carrera como pintora y pronto se pasó a la fotografía con fotomontajes inspirados en las extrañas yuxtaposiciones que cada día inundan los periódicos: una foto de un herido junto al anuncio de un sofá. En los solapamientos encontró una forma de denuncia y arte político al que regresó en la última década para denunciar las guerras de EE UU en Irak y Afganistán.

En el aquel primer mercadillo de 1973 puso a la venta desde diafragmas usados hasta zapatos viejos de su hijo o cartas de amor. Escandalizó a muchos. Desde entonces ha mirado a los mercadillos desde muchos ángulos. Sitúa el auge de estos rastros domésticos en los sesenta y setenta como resultado de la cultura de consumo y la expansión de los suburbios en América con casa unifamiliares que permitían acumular. En ellos ve rasgos de una cultura de supervivencia, una forma de ganar algo deshaciéndose de trastos para contribuir al presupuesto familiar, que dominan las mujeres. Además todos los objetos dicen algo del vendedor, en cierto modo un exhibicionista, y del comprador, un vouyeur, que no teme comprar cosas usadas. “Como las mujeres constituyen la mayor parte del público de los mercadillos, tanto vendiendo como comprando, en este tipo de comercio dominan los valores femeninos”, sostiene la artista.

Distintas capas se superponen en el trabajo de Rosler, económicas, sociológicas e históricas, pero más allá de las reflexiones intelectuales, lo cierto es que el espacio que crea también fomenta el intercambio no sólo de objetos, sino de historias e ideas, en el cara a cara. Una joven artista, Olga Alexander, le preguntaba hace una semana por el precio de un viejo álbum de fotos. “¿Eres artista? Te lo puedes llevar por 15 dólares”, contestó Rosler, que a sus 69 años mantiene intacto un aire gamberro, en línea con la chapa que adornaba su delantal, en la que podía leerse Mary Poppins es una junkie’. “Cualquier artista que frecuenta mercadillos en búsqueda de materiales entiende perfectamente la carga que muchos objetos tienen”, apuntaba Alexander, satisfecha con el intercambio. Y tras pasar por la caja, que aceptaba sólo efectivo, un fotógrafo de bodas inmortalizaba a todos los compradores con sus gangas.

 

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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