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Momus: “Lo peor que nos puede suceder culturalmente es la democracia”

La leyenda del pop 'underground' vive en Japón, escribe canciones de forma compulsiva y acaba de lanzar su nuevo disco, 'Bibliotek'

Xavi Sancho
El músico y escritor Momus.
El músico y escritor Momus.Ismael Llopis

En un bar del barrio de Gràcia, en Barcelona, Nick Currie (Momus) sorbe cerveza y habla de cómo su esperado disco instrumental inspirado en al obra de Robert Louis Stevenson va a tener que esperar. El que iba a ser el director del filme ha sido tentado por un millonario japonés que le ha propuesto rodar una historia del país nipón. Currie llama al millonario mafioso, se arrepiente al instante y da otro sorbo a su cerveza. Este hombre, leyenda vida del pop underground, del arte visual y ahora también de la novela (está aquí presentando ‘El libro de las bromas’, una de las tres que ya ha escrito) es uno de los más lúcidos y mordaces analistas pop. Actualmente vive en Japón, escribe canciones de forma compulsiva (acaba de lanzar su nuevo disco, Bibliotek) y sigue creyendo en que siempre habrá un (escaso) público para un tipo escocés de 50 años que adora por igual Brassens, Bataille y Neil Tennant.

¿Cómo se originó El libro de las bromas?

Empezó con una especie de crowdsourcing. En mi blog anuncié que iba a hacer este libro a partir de bromas. Pedí a la gente que me contara cuáles eran sus chistes preferidos. El libro va desarrollando historias políticamente incorrectas a partir de esos chistes.

¿Cómo es para un escocés vivir en Japón, un lugar donde hay escasez de chistes?

Es muy simple. No tengo que reír nunca.

A pesar de residir en Japón, sigue viniendo a Europa dos o tres veces por año. ¿Nostalgia, negocio, turismo…?

Debo hacerlo para renovar el visado. Cuando tengo las fechas de mi visita cerradas, mando un mensaje diciendo que voy a estar en Europa un mes. La gente me responde con lo que quiere de mí. Por ejemplo, ‘ven a mi casa a actuar en una fiesta privada para celebrar el 50 cumpleaños de mi marido’. Me acerco a esa casa en Montpellier, actúo, paso unos días allí y me pagan 500 euros. Es más fácil y gratificante que el formato tradicional de gira y, además, es económicamente rentable.

En 1991 dijo que todos serían famosos para 15 personas. Parece que su profecía ha sido bastante exacta.

Tenía razón al 50%. A la vez, creo que me equivoqué en cuanto mi concepto iba ligado a la idea de que ya nadie más crearía nada con la intención de llegar a millones de personas. Eso aún existe. Justin Bieber, claro.

¿Cree que el futuro confirmará al 100% su proyección o que el concepto de gran estrella siempre será algo que el público reclame?

Por una parte, siempre he soñado con una sociedad en la que existan muchas cosas pequeñas que satisfagan las necesidades de un pequeño grupo de gente y que nada en particular se imponga. Eso sí, no puedo evitar recordar que crecí siendo un fanático de David Bowie, del mito de la estrella del rock. Tal vez, al final, realmente necesitamos dictadores en la cultura. Igual lo peor que nos puede suceder culturalmente es la democracia.

En estos momentos, ¿siente usted que hay gente ahí fuera que aún presta atención a lo que dice y hace?

Creo que la gente que me ha prestado atención de forma continuada sigue creyendo en mi trabajo. De cualquier modo, me desagrada profundamente la gente a la que le gusto demasiado. Afortunadamente, esto es algo que me pasó muy pocas veces. La gente se vuelve idiota cuando se hace fan de algo, y lo último que quieres en la vida es vivir rodeado de gente idiotizada que te adora. Algo así le sucedió a Jarvis Cocker y se quejó mucho. Por otra parte, esa fama que cosechó Cocker en los 90 le permite hoy embarcarse en proyectos interesantes. Tiene un nombre y para ese nombre aún hay presupuesto.

¿No le va a dar la culpa a su mánager o a su sello de que sus intentos de éxito masivo no acabaran de cuajar?

Jamás. No soy ese tipo de artista que es incapaz de asumir su realidad. Para mí, Youtube ha sido una revelación. Muchas de las creaciones de la gente que me interesa tienen 10.000 o incluso menos de 1.000 visionados. Con esto, te das cuenta de que hay un segmento minúsculo de la audiencia que se interesa por obras complicadas, inteligentes, o como quieras llamarlas. Tal vez siempre ha sido así, pero Youtube lo hace patente.

¿Le sigue poniendo comprobar la capacidad de aguante de sus seguidores?

Uno de los aspectos que más me interesan de mi trabajo es el que logra que la gente se moleste conmigo. Mis artistas preferidos siempre han provocado líos. No se trata de ser avant garde, eso es aburrido, sino de ser molesto, inteligentemente tocapelotas.

Supongo que suscribe usted aquello de que todo arte nuevo es, en un principio, feo…

Sin duda. Lo feo, con el tiempo, se vuelve bello. Es crucial entender eso. Debes integrar elementos repulsivos en tu creación. Recuerdo mi primera aproximación a David Bowie y pensaba, ¿por qué se viste este hombre así? ¿Por qué insiste en llevar el pelo rojo si le queda fatal?

¿Ha cambiado con los años si definición de éxito?

Siempre pensé que para tener éxito debías poder gastarte mucho dinero que no era tuyo. Ahora creo firmemente que el éxito es simplemente supervivencia.

Usted siempre ha parecido un tipo que va por libre pero que formula un discurso colectivista…

Es cierto. Mi historia es como la paradoja norteamericana de que todos somos diferentes del mismo modo. Me gusta la sociedad colectivista, pero no la que nos dice que nuestro objetivo común es llevar los mismos vaqueros.

Ha vivido en Londres, París, Nueva York… ¿sus cambios de residencia tienen que ver con su arte, o con un reguero de facturas sin pagar?

No me hable de facturas… Mis cambios de residencia tienen un sentido dialéctico. Cuando vivía en Edimburgo pensé que lo opuesto era Londres, y allí me fui. En Londres descubrí que lo más irritante para los que allí vivían era la cultura francesa, así que me marché a París. En París sentí que el lugar que había ocupado su lugar culturalmente en el mundo era Nueva York. Me mudé a esa ciudad.

¿Le han devuelto las ciudades el interés que usted sintió por ellas?

Es curioso como en diferentes fases de mi carrera diferentes países se han interesado por mí. Parece que me vuelven a hacer caso en España, por ejemplo. Ahora, el Reino Unido y EEUU me ignoran. No sé, al gente se aburre, pero lo comprendo. Me pasa lo mismo.

¿Sabría usted detectar los motivos por los que la cotización de su obra sube y baja?

Bueno, tuve cinco años de buena prensa a finales de los 80. Pero hice algo mal y, durante un tiempo, meterse conmigo y con Morrissey fue tendencia. Morrissey volvió por la senda del éxito. Yo no. Inglaterra es un lugar muy conservador, muy distinto a como es Escocia.

¿Por eso defiende usted la independencia de su tierra?

Si, defiendo la independencia de Escocia porque creo que hemos estado durante demasiado tiempo dominados por una gente que no es como nosotros. Alex Salmond es un político muy inteligente.

¿Sabe que en Cataluña se está viviendo una situación similar?

Sí, sí.

Pero mejor no meterse en esto, no sea que tengamos una regresión a los años Morrissey, ¿no?

Exacto.

¿Qué culpa tiene la vieja guardia en el hecho de que la nueva guardia no acabe de tomar las riendas del mundo de la creación?

Los jóvenes no están reinventando la gramática. Necesitan deshacerse de los viejos modelos. En los 60, cinco años en la carrera de las bandas cambiaban su perspectiva y su percepción. Tras un lustro funcionando, los Beatles ya eran otra banda, formaban parte del establishment. Eran algo que los nuevos ya aspiraban a superar, a destruir. Pero ahora los padres y los hijos comparten gustos musicales.

¿Deberían los jóvenes odiar más a sus mayores?

Exacto. Hay demasiada armonía generacional. La generación X y los baby boomers definieron la estética de la subcultura, y lo que ha hecho Internet ha sido establecerla como valor inevitable, no arrinconarla. El rock, como subcultura, está casi muerto. En cambio, el pop sobrevive mejor, porque siempre ha tenido una vertiente oportunista. Lo que sí nos ha dado Internet ha sido la posibilidad de crear un archivo alternativo, a partir del cual crear nuevas cosas desde los elementos hasta hoy olvidados. Para mí, este mundo retro puede tener un sentido si lo convertimos en algo raro e inquietante. El problema es lo retro a partir de lo familiar, desde el respeto al canon.

Se queja usted de que el pop no ha evolucionado demasiado, pero la novela tampoco es que sea hoy el colmo de la innovación. Como al pop, alguien decide matarla cada semana…

Es que hoy la producción cultural es pura fórmula. La gente no quiere demasiada emoción, solo un poco. Cada vez es más complicado sorprender, porque los grandes gestos de provocación ya están superados. Los códigos culturales actuales parecen creados para desarrollar la inteligencia comercial, no la creativa. Necesitamos más excentricidad, gente que no trabaje por dinero, o sea, que esté chalada.

¿Funciona usted por objetivos o por accidentes?

Pienso en el ahora y ni en eso acierto. Siempre creí que a los 30 me sentiría viejo, y lo que me sentí fue liberado. A los 40 pensaba que debía ser Leonard Cohen si quería evitar hacer el ridículo… En fin, lo que quiero decir es que la edad te va fijando nuevos objetivos y puedes ir adaptando tu carrera a tu vida.

¿Qué importancia ha tenido el sentido del humor en su devenir creativo?

Para mí es clave, pero te digo una cosa: hay que tener mucho cuidado con el sentido del humor, pues si te relajas puedes acabar siendo They Might Be Giants.

¿Tendemos hoy más que nunca a confundir cultura y entretenimiento?

Hombre, son dos elementos que pienso que pueden estar juntos. Cuando se mezclan es cuando se crea algo realmente interesante. David Bowie siempre quiso ser masivo, y en ese intento por ser grande cometió errores mayúsculos, pero esa ambición propulsó lo mejor de su carrera. Estos casos solo se dan cuando la mayoría de la sociedad cree en la originalidad. Hoy, a la gente no le importa la originalidad.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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