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Carlos Boyero

Se ha oído muchas veces en el cine, a veces con tono elegiaco, o satírico, con patrioterismo cutre, o con estratégica sensiblería, con sentido épico, con autentica emoción, en finales trágicos, en finales felices, exaltando la supervivencia, en medio de la pena, en medio de la alegría, la frase “Dios bendiga a América”. Lo cantaban en el bar que dio cobijo a los momentos más gratos de su juventud un grupo de gente rota, intentando darse calor, homenajeando a los que sobrevivieron al infierno de Vietnam, a los que esa guerra dejó tullidos por dentro y por fuera, al que su desesperación muda hizo que se volara los sesos jugando a la ruleta rusa, a los que les querían y les esperaron, en la emocionante secuencia final de la hermosa El cazador.

Creo recordar que la anhelada bendición de ese ser que mora en las alturas sobre las criaturas que el creó para que habitaran la tierra, es la forma habitual y ritual con la que cierran su discurso victorioso los hombres que alcanzan o renuevan la presidencia de Estados Unidos. Creo que incluso lo hacen también los que pierden. Aunque imagino, pensando en las estadísticas sobre las creencias de los hombres, que entre todos los timoneles de la patria que ha tenido Estados Unidos, forzosamente tiene que haber algunos agnósticos o ateos. Pero recurrir a Dios sirve para todo, incluso para declarar guerras contra los malos, que siempre son los otros.

Obama, al que muchos de sus compatriotas consideran un islamista disfrazado (no es broma, y esa certidumbre no se la ha provocado el ácido lisérgico ni el exceso de alcohol), también ha recurrido a la bendición del Todopoderoso sobre su país para cerrar su vibrante y admirable discurso. Vale, él sabrá. Pero lo que no podía imaginar era que en un debate de TVE-1 sobre su triunfo, dos directores de periódicos españoles certifiquen que solo funcionan bien las naciones que creen en el Altísimo. O sea, que las irreductible fe de los gobiernos en Dios, sus sobrenaturales creencias, son la garantía de su eficacia y del bien colectivo. Consecuentemente, la laxitud moral de algunos países solo puede conducirles al fracaso. Pero todas las naciones fuertes, segun esta mente lúcida, practican el culto a Dios. Digo yo, que también incluirá a Alá, Buda, Mahoma, Yahvé y demás. Repito: no era un chiste ni un alarde surrealista. Y alucinas. Y sientes verguenza ajena.

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