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Champú

David Trueba

Puede que Assange tenga apellido de champú, pero ahí terminan las similitudes higiénicas con su caso judicial. Su verano en la embajada del Ecuador en Londres ha sido un curioso destino vacacional. Sin embargo, en el análisis de su situación pesan los prejuicios ideológicos de manera bochornosa. Nadie debe dudar de que Assange tiene la obligación de someterse a juicio en Suecia por las denuncias sexuales que han presentado contra él dos mujeres con las que tuvo relaciones consentidas. Y dejar que la ley sea dictada.

Tratar de liberar a Assange de su paso por los tribunales en razón de su supuesta entrega a las causas de la libertad de expresión carece de lógica. Ahora bien, los argumentos que quieren encubrir su situación especial son igual de retorcidos. Suecia ha condenado a su propio sistema judicial porque como muchos países occidentales, forzados por la política de seguridad de Washington tras los atentados de las Torres Gemelas, aceptaron enfangar su limpieza jurídica. En el caso de los vuelos de las torturas de la CIA aún esperamos investigaciones rigurosas y condenas en toda Europa. Es normal pues que Assange desconfíe y no quiera someterse a la impunidad con que se trata al soldado Manning, garganta profunda en los cables revelados por Wikileaks. El paso mágico lo debería dar Suecia y ofrecer garantías que antes quebró.

La amenaza de tomar la Embajada de Ecuador por parte de autoridades británicas ha sido el episodio más vergonzante de este culebrón. Muchos se han llenado la boca contra Correa, presidente de Ecuador, y sus carencias en el respeto básico a la libertad de prensa, pero no usan la misma vara de medir para afear la grotesca posición británica. Lo fácil es enfrentar tradiciones y hojas de servicio democráticas o aprovechar para decir que Wikileaks no sirvió para nada. Solo el deseo desatado de ver cortada la cabeza de Assange ya premia su labor. Otros agradecemos que los cables, por ejemplo, nos mostraron que el gobierno anterior apoyaba en público a la familia de José Couso para llevar ante la justicia a sus asesinos, pero por detrás acataba los dictados norteamericanos. Ahí sí, y sin escándalo, se evitó que los criminales fueran juzgados. Otro bonito lavado de cabeza.

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