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OPINIÓN
Columna
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Bombo

David Trueba

Hay gente que cree que lo que nos está pasando es fruto de la lotería. En cambio hay otros, mucho más malpensados, que consideran que se trata de una estrategia diseñada contra la idea del bienestar y la igualdad. Si carecemos de conocimientos suficientes, lo mejor es no opinar sobre estas cosas. Eso sí, conviene detenerse sobre la Lotería. Porque la empresa pública Loterías del Estado va a pedir un crédito sindicado de 6 mil millones de euros a la banca privada para dárselo a las autonomías. A las autonomías los bancos ya no les prestan dinero, se supone que por la razón habitual por la que no te prestan dinero, porque no hay mucha garantía de que lo vayas a devolver. Pero lo extraordinario es que sí se lo presten a las Loterías del Estado.

Las Loterías del Estado estuvieron a punto de privatizarse con el anterior gobierno. No les dio tiempo, el reloj de arena los enterró antes de hora. Así que el nuevo gobierno entró con la idea de privatizar las Loterías. Siempre hay un compañero de pupitre que nos puede hacer el favor de quedárselas y así hacerse multimillonario de por vida, a cambio de evitarle al Estado la fea costumbre de poseer entidades rentables. Gracias al caos, nos encontramos con que las Loterías nos sirven para financiarnos en la jungla crediticia.

Y así por una suerte de lotería, resulta que poseer Loterías nos sale a cuenta. Con esto no queremos defender que sea bueno que el Estado sea fuerte y posea instituciones y entidades saneadas, de impacto social, que sirvan para garantizar servicios y formas de autofinanciación. No, no, nosotros no nos salimos de las enseñanzas de los sabios teóricos económicos que nos gobiernan. Somos conscientes de que lo mejor es que el Estado malvenda todo aquello que no sabe gestionar correcta y honradamente. Ah, si el Estado supiera ser honrado y buen gestor, ¿se imaginan qué país podríamos construir? No, mejor no imaginemos, que luego se frustran los niños. Pero este asunto de la Lotería deja muchas dudas en el aire. El mayor descrédito de un Estado es no valer nada. Y no vales nada cuando no tienes nada que ofrecer. El bombo sigue girando, y nosotros adentro.

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