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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Caverna

Se reedita, restaurada, 'Magical Mystery Tour'. Error: fue la peor película de The Beatles, un empacho de psicodelia

Ricardo de Querol
The Cavern, en Liverpool
The Cavern, en LiverpoolCristobal Manuel

No hay banda más grande que los Beatles porque, entre otros méritos, tuvieron el acierto de durar poco. A partir de 1962 y durante ocho años, los cuatro de Liverpool exprimieron una creatividad desbordante. Su separación en enero de 1970 les libró (nos libró) de firmar algún álbum mediocre, pecado que cometieron sus miembros en solitario y la mayoría de sus brillantes compañeros de generación, también los Stones.

Hace justo medio siglo Ringo Starr se sentó a la batería en The Cavern completando la formación que dejó tanta huella. Londres reivindicó en los juegos a los Beatles y sus colegas de la década prodigiosa como seña de identidad de Inglaterra. Las raíces del rock son americanas, pero nada más inglés que apreciar y mejorar los inventos ajenos.

Se reedita, restaurada, Magical Mystery Tour (1967). Error: fue su peor película, un empacho de psicodelia, aunque contenga un puñado de joyas musicales. Son más frescas, sin pretensiones, A hard day’s night o Help!; para jipi, Yellow submarine. Si quiere y puede dedicarle diez horas, busque el macrodocumental Anthology (1995), resultado del pacto entre Paul McCartney y Yoko Ono para liberar montañas de material inédito. Oficialista, claro, pero sincero y con perspectiva.

El más descarnado documental sobre los Beatles lo protagonizaron en plena descomposición al dejarse filmar día y noche en el estudio. En el filme Let it be (1970), que iba a llamarse Get back, se masca la tensión, se intuye el final. Vemos a McCartney intentando tirar del carro; a Lennon ya ausente, adosado a Yoko; a Harrison harto de su rol secundario (“Tocaré lo que quieras, y si no quieres no toco”), a Ringo perplejo. Acaban en el tejado de los estudios dando el concierto sorpresa que se convirtió en su epitafio. Lennon se despide diciendo al atónito público callejero: “Esperamos haber aprobado la audición”. Chapó.

El fenómeno es irrepetible, no solo por el raro encuentro de talentos que rivalizando se mejoraban entre sí. No hay ya una audiencia mundial hambrienta de Beatles, sino muchas audiencias dispersas por muchos estilos. El cambio es tal que ahora son los pinchadiscos o las divas sexis quienes llenan estadios mientras las figuras del rock actúan a menudo en discotecas o teatros. ¿En garitos como The Cavern? Medio siglo después, puede ser hora de volver a empezar ahí.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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